El mundo será muy ancho pero no es ajeno; ahora menos que nunca. La constatación del cambio climático es una advertencia demasiado seria y la amenaza que se cierne sobre el planeta –es decir sobre nosotros- ya no es un asunto que corresponda sólo a los grandes pactos gubernamentales. Tampoco es un alarmismo de las fanáticas redes sociales. Cuidamos el planeta o la vamos a pasar mal (unos peor que otros). Y nuestros descendientes aún más.
Seriamente la ONU advierte que es necesario cambiar costumbres. Habrá que replantear la realización de las fiestas infantiles ahora sin globitos, platitos y vajilla de plástico. El mismo criterio para todo tipo de eventos en que se use descartables para retornar al uso de vajilla de loza o arcilla, incluyendo los cubiertos metálicos. Necesitamos “producir” menos basura, biodegradable o no.
Nos va a costar mucho renunciar a la parrilla con carbón o leña, pero ambos vienen de los árboles y para reforestar el planeta cada habitante debiera plantar por lo menos un árbol al mes. Será conveniente volver a la canasta o la bolsa de tela para comprar y los regalos se envolverán en papel reciclado o bastará un abrazo más fuerte, sin papel.
Ha llegado también la hora de volver a los pañales de tela (como las abuelitas) y habrá que averiguar bien quién y cómo se recicla la ropa. Curioso ¿no? Para seguir viviendo mucho de lo “nuevo” está en el pasado.