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Miércoles 05 de febrero 2020

Disculpa la pregunt...

Por: Wilfredo Pérez Ruiz
Disculpa la pregunt...
Foto: Difusión


Hace un tiempo coincidí en un centro médico con una tía, quien de inmediato -apenas terminamos de saludarnos- inquirió: ¿Qué tienes? ¿Estás mal de salud? ¿Te estás haciendo chequeos? Apelando a mi ironía, no siempre bienvenida, le respondí: “Estoy realizando los exámenes prescritos por mi pediatra”. En otra circunstancia, al concluir un almuerzo familiar saqué con disimulo mis vitaminas y seguidamente fui asaltado por las interrogantes de los comensales. Se me ocurrió decir: “Son las cápsulas del día siguiente”.

 
Estos incómodos e inelegantes comentarios me llevan a redactar estas líneas que están inspiradas en las palabras del afamado Miguel de Cervantes: “No puede haber gracia donde no hay discreción”. Sin duda, el sentido común está alejado del proceder de quienes se irrogan el derecho de asumir un comportamiento invasivo en nuestras vidas; omitiendo sus consecuencias en desmedro de la relación humana.
 
Ratifico lo manifestado con énfasis en incontables escritos: es esencial forjar una vinculación basada en la tolerancia y en un marco de valores encaminados a dignificar la convivencia colectiva. Debemos rehuir platicas provocadas para satisfacer sórdidas y morbosas curiosidades. Existen hombres y mujeres deseosos de indagar más de la cuenta. ¿Por qué no te has casado? o ¿Por qué terminaste tu relación sentimental? son sólo unos dispersos ejemplos de ese extenso listado de exabruptos.
 
Aprendamos a respetar al prójimo y considere el dicho: "El que pregunta lo que no debe, oye lo que no quiere". Evitemos requerir la edad; es incorrecto hacerlo a señoras y personas mayores; tampoco exploremos sobre asuntos financieros, profesionales, sentimentales, religiosos, sexuales, etc. Ante estas situaciones respondamos con evasivas o seamos firmes al precisar que no las revelaremos; estamos facultados a cambiar la trama de la conversación. Es importante caracterizarnos por la ponderación. La carencia de pertinencia pueda arruinar su reputación laboral y social: soslaye subestimar su trascendencia.
 
En cuantas ocasiones usted ha sido víctima de diálogos lesivos a su privacidad. Más allá de la cercanía o afinidad existente, se debe guardar miramiento hacia el semejante. La actitud recatada no es un atributo en una sociedad colmada de inaceptables expresiones de descortesía y exigua prudencia. Sin embargo, rechacemos resignarnos a este proceder ordinario. Recuerde los vocablos del pintor británico Francis Bacon: “La discreción es una virtud sin la cual las otras dejan de serlo”.
 
En el reciente funeral de mi madre, como era de esperarse, afronté cuantiosas e incómodas preguntas sobre el motivo de su deceso, los pormenores de su salud y un sinfín de merodeos provenientes de quienes exhiben pobre empatía y tino en un momento tan doloroso. Una amiga, luego de darme el pésame, tomó asiento y me pidió hacerlo a su costado. En un acto de ingenuidad pensé que deseaba brindarme su afecto y compañía. Todo lo contrario, velozmente me acribilló con sus desfachateces: “¿Qué pasó? ¿Tenía alguna dolencia Amelia? Pero, si se le veía tan bien cuando estuve en tu casa…” Todo ello, adornado de fingidos y teatrales gestos corporales y, además, tonos de voz de aparente congoja. En un instante como ese, atiné a excusarme y apartarme de su lado. Confieso haber sentido un inmenso alivio cuando se retiró del velatorio.
 
Quiero revelar mi agobiante temor cuando me dicen “estamos en confianza”, para empezar a escrutar sobre mi sueldo, mi soltería, el precio de una prenda, las razones del divorcio de mi hermano, entre un sinfín de “criollos” fisgoneos. Tenga presente: lo adecuado en una sociedad educada y culta, concluye siendo lo incorrecto en nuestro medio y al revés. Dolorosa realidad que estamos obligados a contribuir a revertir con nuestro firme proceder.
 
Alguien le ha interrogado, sin antes pedirle “disculpas”, acerca de temas laborales, sentimientos y familiares. En “Perulandia” es habitual la intromisión. Al respecto, comparto lo sostenido en mi artículo “En el día de la patria: El reino de Perulandia”: “…En este reino, saludar, decir ´por favor´ y ´gracias´, llegar puntual, ser discreto y reservado, asumir un sentimiento de identificación y solidaridad con el entorno, respetar los derechos de los semejantes, portarse con corrección y buena educación, es visto como propio de extraterrestres. Aunque se resista a creerlo es un inimaginable edén colmado de singularidades”.
 
“Hablar de la existencia del vecino, mirar los defectos del prójimo, evadir elogiar los triunfos ajenos, buscar siempre el ´pero´ para justificar la inacción, quejarse de los políticos y hasta de las variaciones de temperatura, constituyen el mosaico del reino. Hacerse el ciego, sordo y mudo es un requisito para coincidir con el identikit de ´Perulandia´. Por cierto, el clima de su capital refleja el cambiante, caprichoso, inestable, pusilánime y tambaleante estado anímico de sus súbditos”.
 
Observo con sorpresa que la víctima del interrogatorio responde el indebido cuestionario. Esto supondría carencia de autoestima y visible voluntad de atender los requerimientos ajenos, dejando de lado su tranquilidad y mesura consigo mismo. Así lo evidencia el miedo a una contestación en la que prevalezcan sus emociones y prioridades. En estos casos la comunicación sumisa desenmascara una actuación abyecta, frágil y temerosa.
 
Una cuestión entre paréntesis: ¿Qué sabemos de la autoestima? Es la autovaloración que se tiene de sí mismo. La autoestima alta se denota en personas con seguridad, convencimiento, pensamientos positivos y que sortean requerir de aceptación. Es conveniente fortalecerla a pesar que nuestro entorno prescinde incentivar el crecimiento de tan imperiosa habilidad blanda. En “Perulandia” evadimos alentar este componente central en nuestro trato interpersonal.
 
El genial François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, aseveró: “El que revela el secreto de otros, pasa por traidor; el que revela el propio secreto pasa por imbécil”. Sugiero incorporar el recato como una cultura de vida aplicable en todo tiempo, momento y lugar. Marcará la diferencia, inspirará confianza y credibilidad y, por lo tanto, proyectará una imagen enaltecedora.
 
(*) Docente, consultor en organización de eventos, protocolo, imagen profesional y etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com/
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