Primeras lecciones que abren posibilidades

Grover pango, autor de estas líneas

La realidad es aleccionadora y entre interpretaciones, dudas y presagios vamos por el cuarto mes de un año muy difícil de olvidar.

Se afirma que todo será distinto después del COVID-19. Por ser sustanciales a la vida misma, la salud y la educación parecen encabezar esta convicción, además que –en honor a la incertidumbre- nada sería definitivo tampoco.

El paradigma de la escuela como espacio acogedor para niños y jóvenes ha sido alterado por los sucesos: ahora es un peligro para ellos y sus profesores. En su reemplazo asomó por emergencia la Educación a Distancia y sus variantes, solo que también es posible que sustituya significativamente a la educación presencial. Esto incluiría, por cierto, una formación inicial diferente para los docentes frente a un desempeño profesional sin duda distinto. Tengamos la certeza que sobre esto se generarán debates interesantes.

Más allá de ello, la ocasión se presenta propicia para repensar el rol de la escuela y su naturaleza misma. Asumo que, en cuanto corresponde a los niveles de la Educación Básica, sigue siendo irreemplazable su función socializadora en Inicial y Primaria y la consolidación de capacidades y competencias en Secundaria. A despecho que la Educación Domiciliaria se presente en el escenario.

Tal vez sea momento para probar las potencialidades de una descentralización educativa que se exprese en la escuela. Si así fuera, sabiendo que la educación es un instrumento fundamental en la formación de ciudadanos, tocaría -por ejemplo- propiciar que el espacio público se impregne de los comportamientos y valores que se suele demandar a la escuela.