Grover Pango Vildoso; autor de estas líneas
Amar a la Patria es conocer su historia y honrar la memoria de quienes entregaron lo mejor de sus vidas -o la vida misma- por su grandeza y su honor. Así ha sido pero no es suficiente: en los tiempos que corren amar a la patria es trabajar por su futuro. El patriotismo es más fecundo y valeroso cuando conlleva un compromiso con lo que ha de venir. El pasado nos enorgullece –a veces avergüenza- pero de él solo queda aprovecharlo. El futuro es ignoto pero es un reto ineludible porque aun quien se escondiera en la indiferencia, cargará con la responsabilidad de una omisión culpable si las cosas salen mal o con la vergüenza de no haber sido parte del esfuerzo si las cosas salen bien.
Asusta mucho la incertidumbre que vive la humanidad y nosotros dentro de ella. Peor aún en medio de una pandemia que cambiará al mundo en ámbitos y direcciones desconocidos. Pero así y todo nos estamos jugando buena parte de nuestro destino. Llegaremos al 28 de julio como un país fracturado y desigual. Si tuviéramos que rendir cuentas ante los prohombres deberíamos pedirles perdón porque no construimos la patria por la que ellos trabajaron o murieron.
Aprendamos alguna vez a ponernos de acuerdo. Convenzamos a los mejores para que se arriesgan a conducirnos. Celebremos con criterio a quienes triunfan porque triunfar no es sinónimo de deshonestidad. Rechacemos a los profesionales del odio y el rencor; también a quienes se proclaman los únicos probos y capaces. Eduquémosos todos, entre todos, toda la vida, para ser mejores ciudadanos: responsables, democráticos, sanos, justos, creativos y fraternos. Que ése sea nuestro homenaje al Perú.