Grover Pango Vildoso, autor de estas líneas
Una ciudad puede ser más o menos importante desde tres perspectivas por lo menos: su historia, su belleza y su gente. Más allá de esa simple y aún romántica clasificación, hoy las ciudades están obligadas a preocupaciones mucho más pragmáticas: su calidad de vida; dígase expansión, transporte, abastecimiento, seguridad, habitabilidad y más.
Hay ciudades históricas y lo son por razones especiales. Orleans es una ciudad francesa pequeña y bella, tiene menos de 120 mil habitantes, pero su nombre quedó grabado en la historia universal con la gesta de Juana de Arco que murió a los 19 años luchando por la liberación de su país.
Ciudades hermosas hay muchas en América del Sur casi siempre vinculadas a su antigüedad, a su belleza geográfica, al mestizaje euroamericano o a una mezcla feliz que las hace parte de promociones turísticas.
Hay ciudades famosas por sus hijos. Stratford-upon-Avon sería solo un municipio de Inglaterra si no fuera que allí nació William Shakespeare. Y Ulm en Alemania lo es por Albert Einstein.
Tacna es una ciudad sencilla, sin geografía espléndida, que reúne dos factores que la hacen memorable: su historia y su gente, integradas en un episodio heroico que asombra a quienes lo conocen: resistir medio siglo de ocupación sin renunciar –ni por halago ni por miedo- a la patria, sólo es posible cuando hay gente leal a su patria y a su destino.
Por eso las celebraciones requieren un sentido certero: construir un futuro que concilie ubicación geoeconómica, recursos, aprendizaje histórico y capacidades. Es lo que se espera de los tacneños y de todos los que viven en la Ciudad Heroica. Que no se olvide jamás.