El Mitómano SPR

El señor Martín Vizcarra nos ha mentido, o mejor dicho sigue haciéndolo, y de una forma bastante grosera. Hace unos días se presentó en Chanchamayo a inaugurar una planta de oxígeno comprada por la población con el apoyo de la iglesia católica. Anteriormente, Vizcarra había reconocido su voz en los audios de la vergüenza donde se le escuchó -entre tanta memez- ordenarle a su entonces asistente Karem Roca obstaculizar investigaciones fiscales relacionadas con el polémico caso Swing, declarando a su vez -enfadado por cierto- que el único delito ahí es haberlo grabado subrepticiamente. También dijo que no se corría, que daba la cara; sin embargo, cuando se presentó en el hemiciclo para responder por la moción de vacancia lo hizo por breves minutos dejando en su lugar a su abogado, contraviniendo el Reglamento del Congreso que textualmente reza “El Presidente de la República cuya vacancia es materia del pedido puede ejercer personalmente su derecho de defensa O ser asistido por letrado, hasta por sesenta minutos”; es decir, el déspota gobernante debió quedarse a responder la interpelación del primer poder del Estado. Y, ahora último ha declarado lacónicamente que “hasta el servidor más cercano puede traicionar la confianza del cualquier autoridad”.

Una tanda de embustes del SPR. Farisaico por donde lo observemos, pues cuando una persona (ejerza la función pública o no) actúa y se rodea de gente proba, leal, etc., no suele ocurrirle estas cosas. A estas alturas, de nada sirve lo que haga, y menos lo que diga Vizcarra, toda vez que la poca credibilidad que le restaba quedó sepultada. Hasta sus Secretarios (que en otros tiempos eran ministros) hacen un esfuerzo por defenderlo (más que a la institución presidencial), balbuceando incoherencias que a los pocos minutos caen en saco roto (ahí el caso de la novel Ana Neyra que imputó a los legisladores firmantes de la moción de vacancia estar cometiendo sedición, para luego desdecirse).

Se le ha bajado el telón y pasará a la historia no solo como el peor presidente que hemos tenido, sino como aquel que tuvo tantas oportunidades para gobernar a favor de todos nosotros y que solo un personaje como Vizcarra desaprovechó.

Lo que sí es cierto es su temor a perder el poder, y hará lo que esté -o no- a su alcance para conservarlo, postergando las elecciones de abril próximo o influyendo desvergonzadamente para colocarle la banda presidencial a un extremista o bisoño. Eso sí, nada con Keiko ni De Soto. Vizcarra sabe, y hoy con mayor razón, que culminada su gestión, inmediatamente será imputado y probablemente arrestado y enjuiciado. Los mismos operadores de justicia que continúan apañándolo -incluyendo a su amiga Zoraida- serán los primeros en condenarlo.