Días sin gloria

Grover Pango, autor de estas líneas

grover_german@yahoo.es

Estos días que vivimos nos llevan a la triste constatación que, superando la “ley de Murphy”, si las cosas ya están mal es posible que puedan estar peor.

La fatídica pandemia que nos azota ha puesto en evidencia la inmensa cantidad de yerros que somos capaces de cometer como sociedad. Utilizo exprofeso el plural porque no voy a caer en la fácil división de “buenos contra malos” que –creo- nos hace tanto daño. Ese maniqueísmo perverso y ramplón (que hemos aprendido no sé dónde) según el cual yo siempre tengo la razón y los equivocados son los otros. O quien no está de acuerdo conmigo quiere decir que está en mi contra. Es decir, el imperio de la dicotomía absoluta e irresoluble.

Naturalmente que algunas decisiones de gobierno equivocadas en el campo sanitario han contribuido a exacerbar el enfrentamiento. Y entonces no podíamos desaprovechar la oportunidad para enfrentarnos con encono. Por un lado se llega a decir que este es el peor gobierno del mundo; por el otro, que todo nos va mal porque tenemos un pueblo ingobernable.

Siguiendo con Murphy podríamos agregar que “si algo mal puede ocurrir, ocurrirá”; y está ocurriendo. Una increíble sucesión de enredos entre tontos y deshonestos, por un lado; y por el otro una andanada de alardes populacheros e improvisaciones legislativas.

La política –esa palabra desprestigiada- seguirá siendo la ciencia y el arte de gobernar, la factibilidad de existir, convivir, amar, soñar y realizarse. Por tanto, en estos días confusos en que imperan la desconfianza y el desaliento, sólo debiéramos recordar que el futuro existe y será el resultado de lo que hoy se imponga: la lucidez o la estupidez.