Comenzando por el retorno a las labores presenciales, ojalá con un marco de criterios básicos generales y una aplicación diversificada; luego reivindicar la carrera pública magisterial incluyendo una ejemplar evaluación de los docentes; así también una renovación de confianza en la SUNEDU, lo que no impide la realización de algunos ajustes.
Sin embargo urge la necesidad de un gesto categórico de respaldo a la labor de los docentes. Con independencia de resultados académicos y de fallidos concursos, el capital profesional con que cuenta el país son sus profesores. La gran mayoría de ellos ha trabajado hasta el sacrificio para cumplir con su deber en medio de las grandes dificultades existentes. Desde quien inventó un robot para los niños rurales hasta los que se dieron tiempo aún para visitar a los chicos que no se matricularon, pasando por todos aquellos que trabajaron hasta la noche y saturaron sus teléfonos celulares llamando a los alumnos y padres de familia o recibiendo sus llamadas, así como almacenando informaciones y eventos para reunir las “evidencias” de su labor.
No olvidemos que nuestros profesores tienen sus familias y han tenido que atenderlas. También ellos necesitan de bienestar socioemocional y muchos, víctimas del uso prolongado de la computadora, sufren el llamado “síndrome visual informático” y merecen atención para sus ojos.
Si bien son los estudiantes la razón de ser de la docencia y el producto más valioso de la sociedad, no olvidemos jamás que los intermediarios son y serán siempre nuestros profesores.