Es santo el amor de la tierra

Un himno a la nostalgia es el vals “Todos vuelven” de César Miró. Quien haya viajado y permanecido un buen tiempo fuera de la patria habrá sentido, al escucharlo, como un temblor interior que no pocas veces viene acompañado de humedad en los ojos: “Todos vuelven a la tierra en que nacieron, al embrujo incomparable de su sol.”

César Miró fue un personaje casi legendario. No todos saben que su apellido completo es Miró Quesada Bahamonde y que pertenece a la familia propietaria del diario El Comercio. Pero aunque el nombre de don César esté más asociado a la música peruana, también incursionó en la narrativa, el ensayo, el teatro y la poesía.

El origen de “Todos vuelven” está vinculado a una película que debió rodarse en Hollywood en la década del 1930, lo que no ocurrió jamás. Fue a comienzos de los años ’40 que doña Jesús Vásquez la grabó en Lima por primera vez.

En los cuatro cuartetos de rima libre que conforman este hermoso poema-canción, César Miró construye figuras que casi siempre se cantan sin reparar en su belleza poética, como cuando dice “bajo el árbol solitario del silencio / cuántas veces nos ponemos a soñar”. No es menos bella la figura de aquel “aire que trae en sus manos la flor del pasado, su aroma de ayer” y que nos dice al oído, en voz baja, “que es santo el amor de la tierra” y “que es triste la ausencia que deja el ayer”.

Quizás en estos tiempos sea más tolerable vivir fuera auxiliados por la tecnología, pero persistirá el sentimiento de volver al rincón donde hemos nacido, “donde acaso floreció más de un amor”.