Miércoles 24 de abril 2024 | Contáctenos
En verdad el proceso electoral regional y municipal reciente ha debido ser uno de los más complejos de los últimos tiempos, multiplicando los niveles de desasosiego y desconfianza que traíamos de las elecciones generales del año anterior. Solo que ahora se agrega otro factor que quizás sea aún más preocupante: la tentación del fracaso. Y no me estoy refiriendo a la obra literaria de Julio Ramón Ribeyro.
Si el filósofo marxista francés Edgar Morin definió que “la política es el arte de lo incierto”, esa natural incertidumbre se verá multiplicada en un territorio tan variado con 25 gobiernos regionales, 196 alcaldías provinciales y cerca de 1,900 distritales. En nuestro país necesita conciliarse el valor de la unidad nacional a partir de una diversidad cultural y territorial. La sabiduría que no hemos alcanzado está, precisamente, en lograr que esa diversidad sea concurrente a la noción de unitarismo en lugar de ser un obstáculo. Parecería que la realidad política de estos tiempos no habrá de contribuir a que logremos tan alto propósito, peor aun cuando desde el gobierno central la tendencia al conflicto es mayor que la búsqueda sincera del entendimiento.
La tentación del fracaso ha asomado en la extraña tendencia a elegir a personajes cuestionados, cuya participación en la vida pública del país ha contribuido más a la deshonra que a la dignificación de la política. No sé si los politólogos logren desentrañar el misterio que se esconde detrás de esas decisiones. O tal vez se requerirá de sicólogos sociales y aún de siquiatras.
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