Patita blanko con k

No todo "patita blanko con k" puede o quiere donar medio palo verde a la policía. En la generalización también hay discriminación, no digo racismo porque cómo sentenciaron que el "racismo inverso" no existe, por consiguiente, el despectivo "patita blanko con k" no es racismo por eso de las estructuras de poder... Marxismo de vieja función de trasnoche. Así dividen en lugar de tender puentes los preclaros intelectuales de izquierda contemporáneos, leen al Perú igual que Julio Cotler hace 50 años, solo que Cotler escribía y analizaba mucho mejor la realidad de su tiempo.

Pero la realidad peruana no es la de hace 50 años, el poder oligárquico no existe más, solo que lo están redescubriendo en la narrativa. Algunos grupos empresariales, o empresarios, y sus despreciables actitudes racistas contra el denominado "marrón" -reciente denominación difundida en las redes sociales- no justifican las generalizaciones con contenido racista en contra de los peruanos descendientes de europeos que se popularizan cada vez más y se validan con el argumento de la inexistencia del racismo inverso. Así solo agudizamos la secular separación entre peruanos y desaprovechamos las grandes transformaciones socioculturales de los últimos 50 años que podríamos utilizar para tender puentes y pensar nuestra nación desde otras bases, unas que nos acerquen en lugar de alejarnos más y más.

La izquierda intelectual nos está dejando congelados en la década de 1960, en un Perú que se negaba a dejar atrás sus secuelas coloniales ¿seguimos siendo ese país? Hace rato que dejamos de serlo, parece que se olvidaron de las 100 paginitas fundamentales de Matos Mar (1984) y de allí para adelante. ¿En qué país viven? los campesinos romantizados se reirían de la visión antropológica que se difunde sobre ellos mientras realizan transacciones comerciales, situados en la modernidad, pero desde sus propios términos.

¡Y así continúen! y definan de una vez al Perú con su balcanización, con su lumpenización, con sus mil caras y fuerzas centrífugas invertebrándolo, y "despaizándolo" a golpes, todos los días, desperdigándolo en su inexistente proyecto nacional, en cada bocanada de aire de un niño descalzo y en cada coima depositada en la cuenta del corruptísimo prefecto del último pueblo peruano en la lista de espera del ferrocarril que trae consigo la vieja promesa del desarrollo.