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Miércoles 15 de marzo 2023

Entre la admiración y el pánico

Por: Grover Pango Vildoso
Entre la admiración y el pánico
Foto: Difusión

 

No me inscribo entre los conocedores de las revoluciones tecnológicas que imperan y crecen en el mundo. Es una telaraña inmensa que sólo sé que existe aunque no lograría explicarla. Pero aunque no sepa hacerlo, lo cierto es que estoy metido en ella como un bañista en la playa que no necesita ser oceanógrafo para disfrutar del mar.

Entre tantas maravillas la presencia de la Inteligencia Artificial (IA) debe ser una de las más asombrosas, aunque tenga ya sus décadas. Leo que se trata de máquinas que imitan la inteligencia humana para realizar tareas y pueden mejorar conforme se perfeccione la información que reciben. Advierten que “no tiene como finalidad reemplazar a los humanos, sino mejorar significativamente las capacidades y contribuciones humanas.”

Por ello mismo es de la mayor importancia pensar en el rol que personas y máquinas habrán de jugar en el futuro de la humanidad. Es casi inevitable asociar el avance de la IA con la educación, en general, tanto porque aquella puede ser un recurso de notable importancia para acompañar la labor pedagógica, como también por la cruel posibilidad de sustituir a los seres humanos. De hecho ya hay muchísimas funciones de diversa complejidad que están a cargo de máquinas. Y seguirán desarrollando sus potencialidades sin límites previsibles.

Por todo esto recordaba a “Kipi”, el robot creado por el profesor huancavelicano Walter Velásquez Godoy para las comunidades rurales, que de quechuahablante debía pasar a ser políglota. Pero también recuerdo el diálogo inútil con “Milagros”, la robot en el Whatsapp de Movistar que no logra resolver el funcionamiento de mi teléfono domiciliario.

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