De inútiles

Es el urinario del mercado en Breña o Chiclayo y se te ocurre mear. Una señora cobra la entrada al baño. De lejos un zambo vigila los ingresos solo con su mirada.

Es la Av. Abancay y el datero recibe de ese bus que viene de Lurigancho una quina por gritar que va "sopa"; o sea, sin mucha gente. Alrededor se turnan cada 3 horas supervisores para saber cuantas veces grito "va sopa" y razonar cuanto posee en sus bolsillos.

Más tarde reparas tu auto en Puente Nuevo y notas a un tipo que fragua en las calles tornillos. Un mulato le hace la conversación matando las horas. Debe fijarse si el hierro desparramado lo guarda en el overol. Si eso se da todos los días origina mermas en el negocio fierrero.

¿Qué tienen en común todos los personajes? Respuesta: desempeñar roles de inútiles ante tareas que solo deben hacerlas los que se han ganado ese puesto.

Están contratados por dos graves razones. Están desocupados y la comunidad laboral los llama para que sean veedores. La otra grave razón es que dan vueltas porque la mala fe de los que sí tienen trabajo necesita ser fiscalizada, por si roban o tornillos o piezas menudas.

Otros trabajos inútiles o sobrantes son los de buscar cadáveres para las facultades de medicina o buscar huacos o ser ayudante de mesadas de brujos en el norte.

La lista es interminable y crece a medida que sube el desempleo. En los burdeles antes había un aguatero porque no había agua en los baños de los cuartos. Hoy abundan los que te cambian vuelto o corren con alcohol o papel higiénico. La inventiva popular es infinita. Y no es inútil.