“Somos libres, seámoslo siempre”, reza nuestro himno en honor a nuestra independencia del yugo español, del cual han pasado 200 años. Sin embargo, seguimos cautivos en las rejas de la pobreza material y moral, en las redes de la mentira, la codicia y de la vanidad que nos alejan de la solidaridad. Seguimos estancados en las luchas intestinales de ciertos grupos que pugnan por el poder con el objetivo de defender sus intereses mezquinos, con la pretensión de silenciar las voces de los que decidimos vivir libres y en una verdadera democracia, porque la de hoy es una farsa.
La libertad es el camino para consolidar una patria justa, solidaria y que garantice el bienestar de la población y de las futuras generaciones. La libertad es una virtud que defender y se tiene que hacer con dignidad a pesar de recibir feroces ataques provenientes de los que defienden el statu quo, de aquellos que usan la desinformación con la intención de callar con violencia nuestro espíritu democrático.
La situación actual nos exige no ser cobardes y esconder nuestros miedos, entendiendo que la lucha además de física es intelectual y moral.
La tarea es impulsar la verdad, denunciar con claridad la existencia de una demolición democrática y hacer que la idea libertaria sea contagiosa, con la convicción de construir un gobierno democrático, aceptando con valentía y determinación los riesgos y consecuencias que esta acarrea. El cual constituye un reto especial para la reserva moral. Este camino está lleno de traiciones, de hipocresía, medias verdades y silencio cómplice. A sus portadores hay que confrontarlos haciendo que se miren a sí mismos, recordándoles que las balas pueden asesinar el cuerpo, pero no el alma.
Nuestra nación será libre cuando el ciudadano desconocido tenga igualdad de oportunidades, alcance la gloria del éxito y sea capaz de ser parte del mundo del futuro, allí donde no se mutile la verdad, donde al peruano se le reconozca por su inmenso valor y por su conciencia del veredicto justo de la historia.
Seremos libres cuando nos hayamos liberado de los partidos políticos y de ciertos liderazgos que han traicionado su razón de ser, que es el de trabajar por el crecimiento y desarrollo del Perú. Y que su praxis política deje la compra de conciencias.
Gozaremos de la luz que nos provee la libertad cuando la injusticia, la corrupción, la ignorancia, el miedo, la discriminación y la opresión, que generan pobreza, se conviertan en parte de nuestra historia pasada y olvidada.
Cuando el círculo vicioso que ha sido formado por la politización de la justicia y la judicialización de la política haya sido roto porque se entiende que genera inestabilidad política.
Seremos libres cuando tengamos un gobierno eficaz y transparente, capaz de mejorar los servicios públicos como salud y educación, donde no haya conflictos de intereses, sin sillas giratorias y funcionarios “troyanos”.
Cuando la honestidad sea motivo de orgullo y que el sistema de justicia sea imparcial y constituya la columna fundamental de nuestra sociedad. Y las economías criminales que han jaqueado al país sean afectas de un rechazo nacional.
Cuando las grandes incoherencias que hoy predominan hayan desaparecido, porque es incoherente que seamos uno de los países de Sudamérica con mayor índice de inseguridad alimentaria, teniendo un mar muy rico en especies marinas, siendo además productores agrícolas de especies como la quinua y la papa que salvó a Europa de la hambruna.
Es necesario que la fuerza moral del Perú constituya un espacio democrático donde se privilegie el diálogo en busca del consenso para lograr que, por el Perú, “la libertad grite victoria” y su eco al unísono retumbe en la costa, la sierra y la selva, encendiendo la llama de la esperanza en el corazón de los peruanos.