Adiós a las aulas

Los profesores sabemos que cuando nuestros alumnos egresan de secundaria, nosotros pasamos a formar parte del pasado frente a un futuro en que se les entrecruza la ilusión con los temores. Para ellos somos una experiencia vivida frente a toda una incertidumbre. El tiempo se encargará de decir cuánto de lo que hicimos les pudo servir para su formación posterior, su ejercicio laboral y fundamentalmente para su realización humana. Claro que importa ser un exitoso profesional o un eficiente obrero, pero importa mucho más ser un ciudadano cabal.

Pensaba en estas cosas porque me invitan a unas celebraciones a las que no podré asistir. Allá por 1983 algo más de treinta muchachos egresaban de las aulas del Colegio “Cristo Rey” de Tacna y ahora conmemoran cuarenta años de aquel suceso. Ocasión suficiente para reunirse y recordar los años que pasaron juntos y cotejar lo que cada uno vivió después. Aunque en la memoria haya siempre quienes asomen con mayor nitidez, en el recuerdo colectivo están todos con sus individuales matices.
En lo personal, la Promoción 1983 fue el último grupo de estudiantes con los que ejercí mi tarea docente. Así como ellos al año siguiente tomaron nuevos rumbos, algo similar ocurrió conmigo. Mientras ellos iban formándose para ser lo que querían ser, yo intentaba hacer lo que había impulsado la centralidad de mi existencia y labor: ejercer una función pública.

Aquel diciembre de hace cuarenta años nos fuimos juntos del colegio que marcó mi vida. He seguido en la enseñanza muchos años más con espacios, tecnologías y satisfacciones distintas. Pero fue con ellos que yo le dije adiós a las aulas.

[7dic23]