Todo cambia y el idioma también

Las alteraciones y novedades que el uso cotidiano de nuestro idioma confronta suele generar desde feroces disgustos hasta risueñas tolerancias. En cualquier caso es de suponer que, mucho más que antes, la Real Academia Española (RAE) tiene arduo trabajo. La última información oficial –de hace un año- ha incorporado y actualizado 3,152 vocablos, muchos de los cuales provienen del ámbito tecnológico como “macrodatos”, “puntocom” o “videojugador”. Pero la lista del lenguaje coloquial es infinita. Son sorprendentes las premoniciones que nos dejó en sus “Pájinas Libres” (1894) el gran Manuel González Prada sobre la evolución del idioma.

Varios de nosotros hemos vivido la irrupción del “mundo hippie” y hemos vestido “blue jean” hace varias décadas. Más allá que la RAE haya admitido su uso y escritura españolizada (como jipi y bluyín) lo cierto es que su utilización se impuso. Ahora es cada vez más frecuente la innovación lingüística y, admitiendo el riesgo de empobrecer nuestro léxico castellano, la intensidad es tan grande que para fortalecer nuestra lengua deberán utilizarse otras estrategias.

Es muy difícil encontrar a alguien con un teléfono inteligente (se escucha decir “smartphone”) que no utilice WhatsApp. Pues bien: ya se reconoce como válido el verbo “wasapear”. ¿Acaso no existe la tremenda amenaza de que nos puedan “trolear” (aunque no se sepa muy bien qué es un “troll”)?

Y no necesitamos de otros idiomas para hacer estas incorporaciones. Un dispositivo bancario como el “Yape” (onomatopeya derivada de “ya pues” y acriollada en “ya pé”) hace que sea usual que hagamos compras con un simple: “yapéame nomás”.