La nariz crece al mentir. El peso de ese sentir es su conciencia, osea Pepito Grillo cuya voz es chillona o latosa y a Pinocho no le gusta. Su padre carpintero lo crea desde un pino para negar la doliente realidad de un hijo perdido.
Una vez creado Pinocho niega la realidad heredada desde su padre creador. No le gusta la escuela y tampoco trabajar y prefiere el mundillo saltimbanqui de fugarse de la realidad yendo al circo o al teatro. Allí se hace feliz. Es salvaje su naturaleza. Ese es su mundo marionetizado.
¿Es Pinocho la versión más bondadosa o consentible del Pigmalión que todos queremos ser con nuestros hijos frente a los desvaríos de la versión maligna de un Dr. Frankenstein con su engendro que lo perseguirá hasta el fin del mundo?
Estoy viendo la versión fílmica de Roberto Benigni y es extraordinaria como él. Amparada en la frase del poeta Paul Eluard cuando queremos pasear a otros espacios. "Hay otros mundos, pero estás en este". A veces no es un consuelo pero si es audaz coser otras redes.