Los repudiables sucesos ocurridos en la playa El Planchón hace unos días, más allá de su contenido discriminatorio y grosero, duelen más en la medida que denigran un atributo que en Tacna ha sido motivo de orgullo y debiera preservarse: la práctica de una amable convivencia.
Desde los remotos tiempos en que “bajar a la playa” era una proeza, los veraneantes daban por hecho que tanto el viaje como la permanencia eran ocasiones propicias para la colaboración y la armonía. Tanto así que la sensibilidad artística del Historiador Luis Cavagnaro, en su faceta de músico y teatrista, nos ha dejado sus Estampas Tacneñas y entre ellas dos alusivas a la época en mención: “Comenzó la temporada” y “Canción de la solidaridad”.
Como es natural, lo que eran ranchos han devenido en sólidas residencias con un desarrollo urbano planificado. Pero las playas han sido y seguirán siendo de todos. Es en este asunto en que el crecimiento poblacional pone a prueba la actitud tanto de quienes residen como de los que visitan estas áreas públicas, así como de las autoridades que tienen una responsabilidad evidente en lo que ocurra en un espacio de convivencia social como es una playa. Y es aquí también donde aparece la necesidad de lo que sin duda es parte de la “educación ciudadana”.
Quiero por ello remarcar que hay espacios y situaciones que de alguna manera miden nuestra calidad como personas y como colectividad. Que a nadie se le ocurre pedir una asignatura escolar para aprender a comportarnos en la playa. Es el ejemplo hogareño y las costumbres sociales las que orientan algo central en la sociedad humana: saber convivir.
[11ene2024]