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REDES SOCIALES
Lunes 13 de mayo 2024

Destino del APRA: legado del APRA

Por: Daniel Parodi Revoredo
Destino del APRA: legado del APRA
Foto: Difusión


Un pedestal para Víctor Raúl

Este 7 de mayo, la Alianza Popular Revolucionaria América conmemora 100 años de su fundación en México, en 1924, cuando Haya entregó a las juventudes universitarias mexicanas una bandera roja que contenía el mapa de Indoamérica trazado en amarillo. Este abarcaba todo el continente desde Río Bravo hasta Tierra de Fuego. Aquel día, el APRA no se fundó oficialmente, pero se le recuerda como el primer grito, como el señalamiento de la meta que Víctor Raúl persiguió toda su vida: la unión continental para lograr el desarrollo conjunto convertidos nuestros países en una potencia capaz de plantearle cara a los otros bloques económicos de poder mundiales, Estados Unidos el primero.

Han transcurrido 100 años desde aquel día, desde aquellas efemérides que nos muestran a un Haya impetuoso, en plena efervescencia juvenil, sintiéndose capaz de unir los destinos continentales en una gran utopía con remembranzas bolivarianas. Desde aquel entonces, el destino llevó al joven trujillano por una vida sin tregua, como alguna vez la definió el maestro Luis Albertos Sánchez. El destino que imaginaba Haya esa mañana del 7 de mayo de 1924 y el que le esperaba en el futuro serían muy diferentes uno del otro. Entre ambos, como en el caso de casi todos nosotros, se interpuso la vida, tan llena de circunstancias y contingencias.

Pero si una meta que animaba a Haya hace cien años en México se mantuvo hasta el último de los días de su vida fue la de no detenerse jamás. Él hizo de su vida una forma de lucha, desde el principio hasta el final. Así lo aprendió de Vladimir Lenin, cuya vida y obra estudió acuciosamente durante su primer periplo europeo.

Víctor Raúl Haya de la Torre, el hombre, el político, el personaje contiene aquella rara y a veces discutible virtud de no resultarle indiferente a nadie. Perseguido por los dictadores más represivos, defendido hasta con la vida por abnegados seguidores, cuestionado desde la derecha y la izquierda, sostenido solo por los suyos, admirado y protegido por celebridades de los hemisferios del planeta, como Alberto Einstein, que supieron valorarlo mucho más que en su propia tierra. Si una cualidad mantuvo Haya hasta el día de su muerte es la de ser protagonista de su partido, de la vida política de su país y de América Latina, jamás ignorado en el resto del mundo.

Haya recibió las críticas más acres, las loas más exaltadas pero finalmente la vida le pasó factura. Nos dejó el 2 de agosto de 1979. Fundó un movimiento hace 100 años pero ¿qué le legó a la posteridad?

El APRA y la democracia

Comencemos con el legado del Partido Aprista Peruano. Suele confundirse a Haya y el APRA, se dice que son consustanciales, pero no lo son. Como dijo Hugo Neira, Haya fue el verbo, pero la organización, el partido, eran a su vez gigantescos, monumentales, absolutamente presenciales en tiempos cuando la política solo podía realizarse en vivo y en directo, plaza por plaza, cuando no en la publicación periodística, o en las referidas epístolas, frenéticas, eufóricas, infinitas, que contenían el hoy perdido atributo de crear redes políticas e intelectuales a nivel continental y mundial.

El APRA se constituyó en una forma de participación ciudadana, cívica, moderna, masiva, que nunca antes había conocido el Perú, patria asolada por cuarteleros caudillos, clubes electorales aristocráticos, impresentables dictaduras y el inconfundible hedor de la corrupción. En este dramático escenario, el APRA representó lo popular, un partido de masas, que defendía conquistas sociales, el derecho a la sindicalización de los trabajadores, a mejores remuneraciones, a la reivindicación del campesino.

Estas luchas se enmarcan dentro de un proyecto mayor: la construcción de la república y de la democracia. Puede sonar a verdad de Perogrullo, pero entonces la oligarquía y el ejército no estaban dispuestos a democratizar ni la política, ni a la sociedad. Por ello el APRA fue proscrita desde 1923 hasta 1956, casi ininterrumpidamente. En 1956 acaba la persecución pero no el veto militar contra Haya, como el que se le impusiese tras su victoria militar de 1962 gracias a Lindley, Pérez Godoy y con la lacrimosa complicidad de Acción Popular.

Además, si nuestra democracia no es otra cosa más que su patética imitación es en gran parte porque durante el siglo XX a Haya no lo dejaron gobernar. Durante el segundo tercio del siglo XX, el APRA debió liderar la transición del Perú, desde una sociedad del Antiguo Régimen, con resabios feudales, a otra moderna, basada en la deliberación democrática, en los derechos políticos y sociales, en la partidocracia, la ciudadanía. Resultó todo lo contrario, desde 1919 hasta el año 2000 gobernaron 57 años los militares y solo 24 los civiles. No hubo en el siglo XX varios gobiernos civiles de Haya u otros líderes del aprismo, ni alternancia (salvo muy tarde, en 1985) entre gobiernos apristas y acciopopulistas.

Lo escribió alguna vez Alfredo Barnechea, el drama del Perú del siglo XX fue que no hubiese acuerdo entre Haya y Belaúnde. Hoy no tenemos democracia, no una real, tenemos un cascarón democrático en el que bullen la corrupción y la informalidad; porque nunca nos dejaron construir democracia, ni una cultura democrática. Impedir al APRA cumplir con la utopía de democratizar al Perú explica porque hoy somos las ruinas de una república bolivariana.

El APRA frente a la herencia colonial

El APRA fue un partido transversal a nuestra sociedad, pocos apuntan este colosal detalle. Tuvo en sus filas a Nicanor Mujica Álvarez Calderón, quien le llevaba la correspondencia a Haya durante los once años en los que yació oculto en una casa de Jesús María, de 1934 a 1945. Mujica era de clase alta, cuando era perseguido por su militancia aprista se escondía en el Club Regatas, donde sus “iguales”, a pesar de deplorar su aprismo, le dieron cobijo y protección, predominó la solidaridad de clase. También fue aprista Manuel Arévalo Cáceres, líder sindical de origen humilde, provinciano de la costa liberteña, que llegó a formar parte, en su calidad de trabajador manual, del Grupo Norte, ese del que también formaban parte Antenor Orrego, César Vallejo y el propio Víctor Raúl. Arévalo apenas alcanzó a cursar primero de primaria en la escuela pública y fue asesinado por la policía secreta de la dictadura de Oscar R. Benavides, el 15 de febrero de 1937, tras ser sometido a inenarrables torturas.

Hoy nos faltan partidos como el APRA aquella. En las elecciones contemporáneas los ciudadanos se distribuyen conforme a la identidad. Sucedió en las últimas presidenciales. Mientras los adultos mayores de los barrios residenciales de la costa salieron a votar por la candidata Fujimori; en los confines más alejados de los Andes, sus contemporáneos hacían lo propio para votarle a Pedro Castillo, en quien veían, seguro equivocadamente, a un campesino igual que ellos. Por primera vez en la historia del Perú, el APRA, todos compañeros al fin y al cabo, quebró esa malhadada división que todavía nos separa a los peruanos y que ha cobrado más fuerza en tiempos de redes sociales.

Por eso reitero, nos faltan partidos como el APRA antigua, capaces de romper el telón sociohistórico que hace casi cinco siglos la conquista española desplegó a lo largo del Perú, dividiendo nuestras almas y corazones. El PAP supo cambiar ese chip, supo suplantarlo por el de la ciudadanía moderna, por el de la lucha por las conquistas sociales, por la justicia social: más modernidad imposible. Pero el proyecto quedó trunco salvo en los corazones de quienes todavía abrigamos la esperanza de construir, en esta tierra, algo parecido a una república democrática, de iguales, pero que al mismo tiempo comparten con orgullo sus particulares legados culturales, sus lenguas y costumbres. Y con un derrotero común: la irrenunciable convicción de que el camino hacia el desarrollo del país pasa por instaurar sólidas instituciones democráticas y forjar una clase política avituallada de amor patrio que encuentre un destino para el Perú y nos conduzca hacia él.

Conclusión: una posta por tomar

Hoy tenemos en el puerto de Chancay una nueva oportunidad para relanzar un proyecto de nación, para relanzar la república, para aprovechar los capitales y tecnologías foráneas y así desarrollarnos nosotros mismos, como tanto solía decir Haya de la Torre: “justicia social y pan con libertad”, aspirar a una transversal igualdad de oportunidades a través de la revolución de los servicios del Estado, incluyendo la infraestructura para el desarrollo, porque esa, y no otra, es la revolución que aquí piden a gritos millones de peruanos que arrastran la misera de nuestro colosal fracaso.

¿Será Chancay una nueva oportunidad perdida? Nuestra historia está llena de ellas. En algunos casos debido al latrocinio descarado de nuestras clases políticas y económicas -la era del guano en el siglo XIX y la corrupción de tantos peruanos y empresas peruanas alrededor del esquema perverso de Odebrecht en el XXI- ¿Quién le toma la posta al APRA? ¿Quién podría erigirse como una voz moral que guíe nuestra transición al desarrollo como lo fue Víctor Raúl con todo lo que tuvo de humano y, por consiguiente, de erróneo? ¿Quiénes podrían ofrecerle al país una cantera de líderes como lo fueron Víctor Raúl Haya, Manuel Seoane, Luis Heysen, Rómulo Meneses, Magda Portal, Luis Alberto Sánchez, Andrés Townsend, entre tantos otros.

El legado del APRA está para que alguien lo recoja, la república no espera, la consigna es para hoy, no es para mañana.

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