En la base de la peruanidad tacneña está la solidez incuestionable del rol de la mujer en diversos asuntos y épocas.
En campos como el patriotismo, la literatura, el derecho y el arte la mujer tacneña tiene aportes conmovedores y ejemplares. Desde María Natividad Siles, esposa de Francisco Antonio de Zela, compañera de lucha y doliente madre que encargó a uno de sus menores hijos acompañar a su padre al destierro. O el coraje de Olga Grohmann de Basadre izando la bandera peruana en pleno Cautiverio. Y la dignidad de Zoila Sabel Cáceres defendiendo su escuela peruana, además de su compromiso desde el magisterio y la política.
En la literatura, el teatro y el feminismo auroral estuvo Carolina Freyre de Jaimes, además madre del Ricardo Jaimes Freyre. El vuelo de la poesía en los versos de Carmen Cafferata de Benavides Freyre y luego de Florencia del Río, por mencionar sólo dos.
En el mundo del Derecho se recordará siempre a Rosa Dominga Pérez Liendo, la primera mujer que se tituló como Abogada. La pintura y la música han tenido una exponente en la exquisita personalidad de Leontina Laura Marín.
Pero la poesía, tanto romántica como épica, alcanza dimensiones especiales cuando es interpretada, es declamada. Y de eso se encarga, hasta ahora, Rosa Vargas Méndez que es además eximia pintora.
Las sociedades contemporáneas han creado la necesidad de contar con personalidades que logren hacer realidad los diversos anhelos de los pueblos. Sin duda es adecuado hablar de “promotores culturales”. Nosotros hemos tenido una adalid en ese difícil empeño: Virginia Lázaro Villarroel.
Hermosa galería de paradigmas.
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