Hace tiempo que no se escuchaban frases tan sinceras. Los temerosos de hoy alucinan que existe una derecha bruta, achorada y agresiva que se quiere tumbar a Susana Villarán de la Alcaldía de Lima.
La realidad es contundente. El fantasma del que se asustan es el 90 % de desaprobación de la burgomaestre en todos los estratos sociales.
Ya quisiera tener la derecha 90 % de seguidores. Esa cifra es un frente de todos los que sufren la indolencia e ineptitud de Villarán.
En otras latitudes, una autoridad con esa oposición en las calles y sangre en la cara ya hubiera renunciado.
García Zapatero en España, Berlusconi en Italia y Raúl Alfonsín en Argentina recortaron sus mandatos y sus naciones no se hundieron. Al contrario, con el cambio de gobierno se pudieron hacer urgentes correcciones en la políticas fiscales y productivas.
El Partido Popular Cristiano debe sumarse a la recolección de firmas para vacar a Villarán.
Con 15 alcaldías distritales y cientos de concejales, podríamos fácilmente acumular 200 mil adhesiones en 6 semanas.
El promotor de la iniciativa, Marco Tulio Gutiérrez respetará el peso especifico del PPC en la campaña de recojo de planillones. El conoce de la seriedad del socialcristianismo porque trabajo con los regidores metropolitanos pepecistas en los mandatos de Eduardo Orrego y Alfonso Barrantes.
Bruta es la gente que no hace nada ante el desastre. Villarán ha despreciado al episcopado, la Marina de Guerra, los huérfanos, los comerciantes, los transportistas, los arquitectos, entre otros.
Ollanta Humala no simpatiza con los aires aristocráticos de la alcaldesa. Alan García tampoco la quiere. La única fuerza que recientemente la apoya es Somos Perú. Sin embargo, este respaldo es a cambio de reclamos atendidos a los municipios distritales “somistas” de Surco, Miraflores y La Molina.
Achorados son los millones de limeños que canalizaran su agresividad quemando una piñata alusiva a Villarán este 31.
Juntar cientos de miles de firmas por la vacancia de la “Tía Regia” será un triunfo del PPC y de la ciudadanía que condena la ociosidad, la arrogancia y la improvisación.