El Doctor Cabieses

La vida nos da muchos regalos. Considero que uno de ellos es la oportunidad de conocer a personas extraordinarias. Una de esas personas ha sido, en verdad sigue siendo, el doctor Fernando Cabieses Molina. Un día como hoy se marchó para siempre.

El doctor Cabieses (1920 – 2009) ha sido uno de los más calificados neurocirujanos de nuestra patria, pionero además, que incluso incursionó en la investigación científica e hizo estudios de gran valor en otras disciplinas: un adelantado de lo que hoy se conoce como interdisciplinariedad. La Medicina Tradicional tuvo en él un pertinaz investigador y un firme defensor. Seguramente por eso se adentró, con la misma pasión, en los campos de la antropología, la historia y la arqueología. Por ello también su vasta producción de libros y trabajos científicos. Un humanista pleno.

No me atrevo a citar las tantas instituciones que promovió o a las que perteneció, pero sí recuerdo nítidamente su interés por la formación profesional de los jóvenes. De allí su preocupación por el financiamiento de los estudios, tan importante como el rigor académico con el que deberían formarse.

Identificado firmemente con el aprismo, el brillo de su inteligencia y su múltiple despliegue científico lo pusieron a buen recaudo de los odios a que se ven expuestos los hombres grandes que abrazan la política. Por tanto no hubo forma de impedir que se le otorgaran las más altas condecoraciones y los más públicos reconocimientos.

Como Presidente y Fundador del Museo de la Nación fue pródigo en imaginación y entrega. Lo recuerdo claramente en su intenso y generoso despliegue de esfuerzos para cumplir el deber que le había encomendado el Presidente de la República, así como lo recuerdo pensando en una concepción distinta para la Universidad Científica del Sur que calzara con sus sueños y exigencias. Sin embargo lo recuerdo especialmente en el trato personal y afable, en la vivacidad de sus ojos de celeste intenso y en la dulzura de su casi permanente sonrisa.  

Conozco otras personas que se proponen demostrar que son inteligentes y a veces efectivamente lo consiguen. Fernando Cabieses parecía no darse cuenta de su genialidad y, más bien, estaba adornado de un aire casi infantil con el que daba la impresión de hallarse algo avergonzado de su inmenso valer. Los verdaderos sabios son así.