El arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, nunca se ha caracterizado por ser una persona abierta al diálogo y a la tolerancia. Como máximo representante de la Iglesia en el Perú, su actuación ha estado mucho más comprometida con la vida política del país que con liderar un proceso de transformación que ponga freno a la aguda crisis que viene sufriendo su religión. Pero como en la mayoría de las religiones, y la católica no es una excepción, el dogma es un valor que nubla e impide el cuestionamiento y la reflexión, el cardenal acaba de enseñarnos que aquellas personas que tienen una visión distinta sobre el celibato y la homosexualidad merecen el castigo divino.
El retiro de la licencia pastoral al padre Gastón Garatea es un acto repudiable y sancionable desde todo punto de vista. Más aún cuando existe una opinión nacional unánime sobre la excelente gestión que ha desarrollado el padre Garatea bajo la presidencia de “Lucha Contra la Pobreza” y por su incansable labor social por las personas más necesitadas. ¿Así paga el cardenal a uno de los servidores más comprometidos de la Iglesia Católica con la ayuda al prójimo? ¿Acaso es justo que el pueblo católico peruano se vea perjudicado y sufra las consecuencias de la intolerancia sin límites del arzobispo de Lima?
Felizmente, en este país, las cosas empezaron a cambiar hace algunos años. Muestra de ello son las cartas que vienen circulando vía web y en los medios de prensa donde personalidades destacadas de todos los sectores, incluida la misma Iglesia Católica, muestran su total disconformidad con la conducta del cardenal y respaldan de manera unánime el trabajo y la posición del padre Garatea.
El plantón pacífico frente a la sede de la Nunciatura Apostólica de la Santa Sede ha servido para manifestar que nuestra sociedad no comulga con la intolerancia y menos aún con el autoritarismo.
En ese sentido, la rectificación de Cipriani nos demostrará que cualquiera puede cometer un error o; por lo contrario, que la intolerancia se ha convertido en una marca registrada del máximo representante de la Iglesia en el Perú. Y de ser así, el tema resulta más que preocupante, porque el destino de la Iglesia Católica será liderado por la bandera de la intolerancia.
Finalmente, este lamentable suceso debería servir para la comunidad católica para replantearse si desean continuar en una religión que viene quedando cada vez más desfasada de la realidad social o intentar propiciar un diálogo sobre temas como el control de la natalidad, el celibato sacerdotal obligatorio y la homosexualidad, entre otros.
Publicado el 17 de mayo de 2012 en el diario La Razón.