La autoridad carcomida

¿Hay una fatalidad con la imagen de la autoridad en el Perú? ¿Los presidentes y alcaldes están condenados a niveles de aprobación bajos? A los promotores de la revocatoria del mandato de la alcaldesa de Lima ya no les alcanzó el tiempo para reunir 400 mil firmas validadas, pues hoy se venció el plazo para que el Reniec las presente al JNE. Es decir, en setiembre ya no se consultará si Susana Villarán deba permanecer o no en la alcaldía. Se salvó, pero solo por el momento, pues sin duda habrá un nuevo plazo para una nueva consulta, que se realizaría ya en abril o mayo del próximo año.

Yo no voté por Susana Villarán ni me simpatiza su estilo. Veo con interés algunos de los proyectos de inversión que está proponiendo, pero me parece que hay lentitud e incompetencia en la gestión. No obstante, si pierde, pasaríamos meses sin alcalde y el que resulte electo tendría apenas un año o año y medio para gobernar. Algo absurdo desde el punto de vista del costo económico e institucional. Quizá lo único positivo de todo esto es que ha obligado a la alcaldesa a ponerse las pilas al punto que ha pasado de 17% de aprobación a un 26%. También ha servido para poner los reflectores en la manera como funciona la revocación en general, no solo en Lima.

La verdad es que en el interior la revocación se ha convertido en un instrumento de la lucha por el botín presupuestal. Los gobiernos subnacionales disponen de recursos como nunca antes, pero no recaudados por ellos sino transferidos por el Gobierno Central o en virtud del canon. De modo que tampoco poseen una base social contribuyente que fiscalice su uso. No hay ciudadanos, sino clientes. Los grupos locales, entonces, pugnan agresivamente por acceder al manejo de esos dineros caídos del cielo, fuente de enriquecimiento fácil, corrupción o clientelismo político. Para eso sirve principalmente la revocación. Despierta el apetito predatorio en instituciones que están recién empezando a madurar, y les impide consolidarse o modernizarse.

Y, por supuesto, agrava el estado de anarquía política en el que vive el país desde que se dio inicio a un proceso de descentralización mal diseñado en el contexto de un sistema de partidos inexistente. Por lo tanto, la primera tarea del Congreso debe ser revocar la revocación e introducir las reformas políticas que permitan contener la disgregación creciente del poder político. Pues, regresando al origen, esa es la causa principal de la baja aprobación a los gobernantes en el Perú, y no exactamente la debilidad del Estado y su incapacidad para brindar servicios eficientes como argumenta Steven Levitsky. Pues los servicios no eran más eficientes en los 90, y sin embargo, Fujimori gozaba de alta popularidad. Andrade y Castañeda en Lima también. Hay un elemento de estilo de gobierno –cercano a la gente–, pero lo central es que el presidente ya no gobierna porque el Estado se ha desperdigado en gobiernos regionales y locales con autoridades que no pertenecen a partidos y en los que la corrupción se ha incrementado junto con los recursos. Eso es lo que pasa.