No todos los católicos son homofóbicos

Como bien dijo el cardenal Schönborn, arzobispo de Viena, “la discriminación no es un valor católico”. Lo dijo tras expresar que las relaciones homosexuales estables también tienen validez. Quisiera ver si la cúpula católica peruana se atrevería a actuar contra Schönborn con el mismo aire de superioridad con el que condenan al padre Garatea. Es evidente que sus acciones son derivadas de sus propios prejuicios, los cuales esconden detrás de cuestionables documentos eclesiásticos.

El Sr. Prieto Celi citó el sábado en este diario un documento sobre relaciones amorosas y sexuales publicado hace casi 30 años por una organización que solo las ve desde su limitado punto de vista sesgado por el dogma. Las altas esferas del Vaticano hablan desde el lado teórico y filosófico, pues en su mayoría no han tenido la experiencia propia del amor o la sexualidad de pareja.

Sus prejuicios los llevan a contradecir y desconocer en gran parte lo expresado por los colegios psiquiátricos y médicos más respetados del mundo, cuyos documentos tienen, en mi opinión, más validez. El Sr. Prieto debe recordar que en el ‘73, la Asociación Psiquiátrica Americana, la Psicológica, y el Real Colegio Británico de Psiquiatras retiraron a la homosexualidad de sus manuales de desórdenes mentales en base a evidencia científica y la califican como una “expresión o variación natural positiva de la sexualidad humana”. La OMS hizo lo mismo años después.

El columnista está siendo también impertinente cuando intenta reducir la orientación sexual a una simple “experiencia genital”, venga la frase de quien venga. Sería deshonesto de mi parte que redujera la relación de un hombre con su esposa a lo mismo, pues estaría desconociendo su capacidad para amarla. El homosexual tiene los mismos sentimientos; se enamora, comparte la intimidad y desea pasar el resto de su vida con una persona, pero de su mismo sexo.

El “orden moral” y la “culpabilidad” que menciona el Sr. Prieto provienen de la noción moral católica. Recordemos que las religiones no tienen un monopolio sobre la moral; existe la moral secular, basada en la experiencia humana, la razón y la evidencia. El Estado no puede sesgar su accionar a solo una interpretación religiosa de la moral y menos pretender legislar todo lo que la iglesia considera inmoral. El padre Garatea entiende esta realidad y su opinión sobre derechos civiles refleja esto, así como su noción de que la discriminación no es un valor católico.

Ante argumentos racionales, encantados de debatir. Pero ante respuestas dogmáticas, no tenemos nada más que añadir.