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Martes 26 de junio 2012

La Aceituna o El Olivo

Por: Rodolfo 'Locrito' Tafur
La Aceituna o El Olivo
Foto: recetasdelujo.com

El naranjo sabe a vida

y el olivo a tiempo sabe.

Y entre el clamor de los dos

mis pasiones se debaten

Miguel Hernández

“Cuando Adán sintió que llegaba la muerte, recordó al Señor la promesa del aceite del perdón. En el lecho de muerte, un ángel le puso entre los labios tres semillas. Adán fue sepultado y en aquel lugar de las tres semillas nacieron un cedro, un ciprés y un olivo”

Mitos y Leyendas acompañan al árbol del Olivo, el origen de este fruto se pierde en la noche de los tiempos. Es un árbol con un valor simbólico muy importante. Sus raíces se sujetan fuertemente a la tierra y se dirigen hacia lo profundo de la tierra, el tronco se eleva en el mundo de los hombres, y la copa va dirigida hacia los cielos, hacia metas y territorios inalcanzables. El olivo nos ofrece vida, alimento, protección; todos los años se renueva, es símbolo de longevidad, de fertilidad y de madurez. Esta es una de las formas que muchos pueblos de la Europa mediterránea definen al árbol del Olivo.

En las Olimpiadas más primitivas, a los ganadores se les entregaba una manzana, hasta que el rey Ifito consulto al oráculo de Delfos. Este respondió: “Ifito, no des mas fruto del manzano al vencedor; prémialo con una corona del  olivo silvestre”, es así como surge la mítica corona de olivos.   

El Olivo o aceituna llego al Perú traída por los primeros españoles que colonizaron estas tierras, el diario “El Comercio” en su edición del 27 de Noviembre de 1960, nos relata esta hermosa historia:

“El Olivo, fue traído por don Antonio de Ribera, en 1560, de Sevilla. Trajo consigo cien estacas de olio, de los cuales, solo tres llegaron en buenas condiciones. Con gran esmero fueron plantados en la finca que don Antonio  tenía en Huatica: “Dos negros colosales y una jauría de perros bravos, se turnaban en la tarea de cuidar las estacas. Cierta mañana  -así nos los cuenta la tradición- una de aquellas había desaparecido. Y don Antonio, enceguecido de cólera, fue a visitar al Arzobispo para denunciar al misterioso ladrón. En aquella época excomulgar era tarea cotidiana destinada a castigar ciertas faltas. Y la excomunión siguió al delito.

Tres años más tarde, cuando de las dos estacas habían nacido un frondoso árbol, orgullo de don Antonio, el desaprensivo ladrón se hizo presente: era un caballero procedente de Valparaíso quien, gracias al fruto de su robo, había logrado muchos olivos en su hacienda, a orillas del Mapocho. La excomunión fue levantada y el chileno arrepentido y gozoso a la vez, deposito cierta mañana al pie de un olivo de Don Antonio, una flamante estaca flanqueada  por talega que contenía más de mil duros. Y el olivar, que mas tarde sería el de San Isidro, llego así a tener más de dos mil árboles en ese solo distrito, mientras que en otros se multiplicaban los bosquecillos de olivo” (1)

Los peruanos llamamos al fruto del olivo con el nombre de “ACEITUNA”, palabra que nace del vocablo árabe “az-zayt?na”, ellos, los árabes lo usan para referirse al fruto del olivo. Pese que fuimos uno de los primeros países en sembrar olivo en América, nuestro consumo es muy limitado, sus primeras formas de uso en nuestro país fue como lubricante de maquinarias, solo hay que leer los archivos de los buques de nuestra  Marina de Guerra del Perú, su pedido de aceite de olivo era muy copioso, este se utilizaba a manera de lubricante de las maquinas de nuestros buques.

Bibliografía

(1)          Tam, Aida : “Vocabulario de la Cocina Limeña” Ensayo Lexicológico y Docente UNMSM, Facultad de Educación. Lima, Perú 1962

 

 

TAGS: Olivo, Aceituna
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