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Jueves 26 de julio 2012

La buena educación y el "sentido de urgencia"

Por: Ricardo Tello Carrión.
La buena educación y el 'sentido de urgencia'
Foto: Referencial

La Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad de Cuenca, con 9 carreras y 1.626 estudiantes, ofertó para el siguiente semestre 460 cupos para nuevos bachilleres. Tras las pruebas que según la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (Senescyt) y el Sistema Nacional de Admisión (SNNA) debían medir aptitudes y habilidades de los postulantes a ingresar a las carreras universitarias, solamente 23 bachilleres están aptos para esta Facultad.

Preocupante, ¿verdad?

Según las reglas de juego, en atención a la política estatal de apostarle a una educación y salud de calidad, se estableció que únicamente los postulantes que tengan 800 puntos o más, sobre 1.000, podrían acceder a las carreras de docencia y ciencias de la salud humana. En principio, encomiable medida; pero parece que no se consideraron las variables que influyen en los resultados como el expuesto en el párrafo anterior: 23 bachilleres que han expresado su voluntad de convertirse en docentes.

Y esto ha planteado un escenario que debe ser analizado con mesura: ¿endilgar a las Facultades de Educación la factura de décadas de olvido del sistema educativo, que ha pauperizado el sector en sus diferentes niveles? ¿La solución pasa por considerar solamente la exigencia de los 800 puntos sin meditar sobre las variables que plantea esa educación deficitaria que se arrastra desde los niveles primario y secundario?

Al menos en los espacios de diálogo que se han instalado en la academia, en Cuenca, pensamos que no. Se concluye que todo esto debe ser parte de un proceso que supere el “sentido de urgencia”, que no es igual que “extraordinaria velocidad”, para hallar soluciones y mejores días para la educación ecuatoriana.

Uno de los riesgos es que, aplicado este plan únicamente en universidades públicas, exista una gran migración estudiantil hacia el sector privado, donde no se aplica la evaluación de aptitudes y habilidades. Además, los bachilleres evaluados no son los que se han iniciado en las reglas del bachillerato unificado.

Los estudiantes de excelencia que superaron esa puntuación base seguramente pensarán que dedicarse a la docencia no compensará –en términos monetarios– la dedicación que le han puesto a su formación, y optarán por carreras más “rentables”. Es una realidad ineludible. Y que debe cambiar.

La propuesta alternativa es la aplicación paulatina de este sistema, que no invisibilice el principio constitucional de acceso a la educación, y que en ese camino paulatino se establezcan niveles de mejoramiento de la calidad educativa, considerando el espíritu vocacional, dando oportunidades reales a quienes este mismo momento buscan una formación de tercer nivel. Allí hay una responsabilidad compartida.

Desde la academia se entiende ese sentido de urgencia, pero no se deben descartar las variables que la aplicación de este procedimiento plantea –procedimiento que además se ha impuesto desde una perspectiva vertical–.

Las universidades ecuatorianas están abocadas, este mismo momento, a un proceso de acreditación de carreras con unos parámetros de realidades educativas del primer mundo. Que ha habido excesos, es cierto: ofertas universitarias de ingenierías en cosmetología o diseño. Pero el “sentido de urgencia” está colocando en un mismo saco a todos.

Pausa, en medio del vértigo. La buena educación se lo merece. (El Universo)

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