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Domingo 26 de agosto 2012

[Humala Tasso] Intereses familiares y nacionales

Por: Jorge Bruce.
[Humala Tasso] Intereses familiares y nacionales
Foto: diario La Primera

Ahora el presidente Humala sabe que gobernar no solo es difícil: también es doloroso. Como en las tragedias de Shakespeare –o, para no ponernos tan solemnes, en las novelas de George R.R. Martin de la serie Canción de hielo y fuego, que HBO difunde en TV con el título Juego de tronos– es de la familia que provienen los ataques más letales. No obstante, si el Presidente se diera el tiempo de revisar esas fuentes, seguramente advertiría que todo esto está sucediendo porque sus parientes lo ven como un representante del proyecto familiar en el poder.

De ahí que tanto las declaraciones destempladas del patriarca despechado ante la “ingratitud” de su hijo, como las críticas de sus hermanos Ulises y Antauro (los nombres eximen de mayores elucubraciones acerca del grandioso imaginario paterno), expresan el malestar de una dinámica familiar que se ha visto perturbada con el abandono de la Gran Transformación: ese nombre y ese proyecto grandilocuentes llevaban el sello de la omnipotencia paterna.

Pero los problemas familiares del Presidente no se limitan a las desavenencias con sus padres y hermanos. Existe otra interpretación de acceso al poder como realización del sueño familiar: el enriquecimiento personal, el Estado como botín. Esto no es invento de los Humala, claro está. Es una vieja tradición corrupta que se remonta al tiempo de la colonia, como lo ha demostrado el estudio de Alfonso Quiroz.

El asunto es que a Ollanta Humala, hijo y hermano, se le está terminando el tiempo de la contemporización y las declaraciones ambiguas, específicamente respecto de los negocios de su hermano Alexis. Cuando declara que él solo ve el interés nacional y que no se va a preocupar de los particulares, yerra. Los intereses particulares de su hermano nos conciernen a todos porque permiten evaluar su determinación en la lucha contra la corrupción. En esa medida, son intereses nacionales, aunque en la práctica no sean negocios de gran envergadura, como tampoco lo fueron en el caso de Omar Chehade. Lo que todos nos preguntamos es si el Presidente será capaz de adoptar una actitud no solo firme en contra de estas maniobras bajo la mesa, sino de prevenir con energía la continuación de estas operaciones ilegales y corruptas, a la sombra de los vínculos familiares y personales.

Hasta ahora se ha beneficiado de cierta benevolencia de la opinión pública, que compadece al Presidente por estos conflictos, en los que aparece como una víctima de la desmesura familiar. Pero, pasado un año en el gobierno, esa licencia parece estar expirando. Lo que se veía como una arremetida de cierta avidez incompatible con las leyes del país, puede tornarse en una percepción de debilidad y pasividad, que ya se le ha reprochado en otras situaciones al mandatario.

Esta es una excelente oportunidad de retomar la iniciativa y zanjar de una vez por todas con esa urdimbre de afectos que lo atrapa y confunde. La imagen del Presidente en un país tan presidencialista como el nuestro, es un elemento decisivo. Ya Conga lo ha dejado maltrecho. Su esposa tiene un protagonismo inquietante que le hace sombra. Sus cambios desconciertan a un sector considerable. La satisfacción de los poderes fácticos es un arma de doble filo.

Como todo el mundo, Ollanta Humala tiene que hallar la buena distancia de su familia. El desafío de conquistar la autonomía personal, pasando por el parricidio simbólico, no hace excepciones ni con los presidentes (Con información del diario La República).

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