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Lunes 17 de septiembre 2012

El higo y algunos dulces

Por: Cecilia Portella Morote
El higo y algunos dulces
Foto: Generaccion.com

Una modesta forma de probarlo hace solo unos días, me llevó a investigar algo más sobre este fruto. Lo que encontré es realmente sugerente. Un higo en la mesa, en la olla o en el horno, en dulces sencillos y en su propio almíbar; o visto desde otra perspectiva, como el fruto femenino por excelencia.

La frase “soy limeña mazamorrera” nace de la gran afición por los postres y dulces de los limeños en la época virreinal, cuando los conventos y las cocinas de casa eran verdaderas fábricas de postres sencillos, hechos con lo que había a la mano. Frutos secos, leche, huevos y algunas especias exóticas, eran parte de una complicada preparación, una artística presentación y un verdadero manjar en la mesa.

Entre estos frutos, uno de los más usados fue el higo. Dulces de higo en su propio almíbar, tortas, higos caramelizados, al horno, al vino; higos frescos o secos, todos, se constituían en uno de los insumos mas importantes de la delicada repostería limeña.

Quise investigar más sobre el higo y encontré a Rodolfo Tafur, un cómplice de estas aventuras, que sin él saberlo, se ha convertido en una de mis principales fuentes. Encontré otra forma de mirar y concebir al higo, una forma más subjetiva, vista desde la perspectiva de un varón y quise publicarla; ustedes juzgarán…

FLOR DE LA MUJER

El primer árbol que sembraron los españoles en el Perú, fue una higuera. Recorrer las casas antiguas de Ayacucho, Huánuco, Lima, Trujillo, es observar al ingreso de estas, un árbol de higo; varias creencias acompañan su existencia.

La Biblia nos habla que el primer árbol del Edén fue el de higo y las culturas mesopotámicas -las más antiguas de la humanidad- lo denominan como el árbol del conocimiento.

Los Vedas lo denominan como “flor de la mujer o flor del placer sexual”. En España y Cataluña, se utiliza la palabra “higo” en castellano y “figa” en catalán para expresarse sobre el sexo femenino, en plan popular, claro está.  En castellano, el árbol es la higuera y en catalán es la figuera.

La abundancia y la iniciación sexual son símbolos relacionados con el higo; la savia blanca que aflora al ser cortada es relacionada con la leche materna y el esperma; por lo tanto es una “fruta” femenina y masculina. Las mujeres en el África usan esta savia blanca para elaborar ungüentos contra la esterilidad y favorecer la lactancia. Los numerosos granos que contiene significan la unidad y universalidad del conocimiento del hombre.

No es propiamente un fruto, sino una infrutescencia, lo que quiere decir que se modifica a partir de una inflorescencia. Las flores del higo no se ven, pues estas están ocultas en un sicono o cabeza.

EL HIGO A TRAVÉS DE LA HISTORIA

Se han descubierto higos fosilizados en el valle del Jordán que datan de 12 mil años antes de Cristo; al parecer estos alimentos se adelantaron en más de mil años a los cereales como la cebada y el trigo.

Rómulo y Remo, míticos fundadores de Roma, fueron amamantados por una loba; este amamantamiento se realiza bajo la sombra de una higuera.  

Cuenta que Siddhartha Gautama, cuando se encontraba bajo la sombra de una higuera tuvo una revelación que lo encaminó a fundar el Budismo. Plinio el Viejo -botánico romano- manifiesta que el higo es el árbol sagrado.

Hace unos 2 mil años vivió el rey Mithridates de Pontus en una región del mar Negro que hoy pertenece a Turquía; era ambicioso, déspota, por lo que tenía muchos enemigos que pretendían envenenarlo. Sin embargo, él desarrolló una estrategia que, según la leyenda, le dio buenos resultados.  En forma constante ingería pequeñas dosis de los venenos más conocidos, con el objeto de ir adquiriendo inmunidad, estos venenos los consumía acompañados de higos en la creencia que “le daban vida”.

En los principios de los Juegos Olímpicos, los atletas ganadores eran coronados con hojas de higo y como premio les entregaban higos para comer. Esta planta en la antigua Grecia era símbolo de honor y vigorosidad.  También se encuentra presente en la mitología griega, cuando se dio la guerra de los titanes: Zeus perseguía a Gea y a su hijo Syzeus; cuando estuvo a punto de alcanzarlos, Gea se trasformó en una higuera, pasando desapercibida. De este mito, la antigua ciudad de Sikea, que significa higo en griego antiguo, toma su nombre.

Antiguos grabados griegos presentan a la diosa Deméter sexuada con higo cortado por la mitad. Entre los Helenos, en la fiesta de Dionysus, los guerreros portaban un falo tallado de la madera del higo, mientras las jóvenes se adornaban con higos cortados en forma longitudinal.

En la India, el higo es árbol sagrado, Buda lo tiene representando fuerza y vida, ejes del mundo donde viven los genios, representando el conocimiento adquirido tras la meditación. La bella Cleopatra no se escapa de la historia del higo, ya que ella fue envenenada por una serpiente áspid que llegó en un canasto con higos.

Al Perú, llega el higo en 1532. Pizarro ordenó que cada familia pudiera sembrar una higuera, sus manos sembraron el primer árbol en Lima, y evidentemente, este fue una higuera.

DULCE PASIÓN

Estamos en junio de 2010, y hace solo unos días, caminaba por una céntrica calle de Chimbote y me asaltó la curiosidad al ver a una vendedora ambulante, que, en una pequeña vasija descartable ofrecía a viva voz, quesillo con higo; mi intriga se acentuó cuando me extendió una delgada lámina de queso fresco, al mismo que bañó con almíbar de higo: el dichoso bocadillo era justo lo que mi antojo necesitaba a esa hora de la tarde.

Me detuve y compré una pequeña porción, que en menos de cinco minutos había desaparecido. El postrecillo en mención, constaba de unas tres láminas de queso y un higo en mitades, con una dulce miel frutada.  Sabores que se complementaron, texturas que se fusionaron, y un gusto delicado, sublime y exageradamente sencillo, que me dejó pensando en escribir estas líneas que acabo de compartir con ustedes.

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