Alucinen esta escena: Markarián mira al espejo y le pregunta: ¿Espejito, espejito, quién es el entrenador más bonito? De inmediato se enciende una flama rojinaranja que se transforma en humo –que tanto le gusta– y se aparece un duende llamado Daniel –es pura coincidencia– y le dice: “Tú, Sergio; tú eres el más bonito, además eres sabio, planificador y trabajador”. Regocijado y enjuagado en su ego ambivalente y colosal, nuestro DT piensa “para sus adentros”: “Ya ven, los que me critican me tienen bronca, son los malos y yo soy el bueno”. Seguidamente se dirige al espejo y le responde: “Gracias, espejito. ¡Tu opinión importa!”.
Los niños y adolescentes rara vez son realistas. Son más bien fantasiosos, les gusta escuchar cuentos, como el del espejito. Cuando van creciendo juran que el mundo está en su contra, se sienten incomprendidos y les cuesta mucho enfrentar la realidad. Una salida fácil es engreírlos, consentirlos y sobreprotegerlos. Pero así haremos crecer un manganzón: siempre pegado a las faldas de la mamá o tiritando de miedo agarrado a los pantalones de papá. Hasta donde sé, Markarián tiene 67 años. La idea es que sus actos, sus dichos y especialmente sus hechos sean los adecuados y convenientes para un hombre de sus canas.
Son varios los periodistas que con vergüenza han contado cómo Markarián les ha gritado y regañado por hacerle preguntas inconvenientes, las que su febril psiquis llama “mala leche”. Y es que se ha creído el cuento mediático. Cree que los guiones de los comerciales son de verdad. Sería bueno que madure aceleradamente. Que no vea fantasmas. Que lea la tabla. Que trabaje de verdad y no venda humo (Con información del diario La República).