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Miércoles 26 de diciembre 2012

Los mundos que sí se acabaron... [21 de diciembre]

Por: Alfonso Gómez Méndez.
Los mundos que sí se acabaron... [21 de diciembre]
Foto: Azteca Noticias.

Durante el 2012 hubo toda clase de especulaciones sobre la profecía maya, conforme a la cual todo y todos desapareceríamos de la faz de la tierra. Ello ocasionó: pecadores arrepentidos que se preguntaban qué habían hecho en la vida y si les alcanzaba el tiempo para enmendar sus errores; gocetas dolidos de no poder sacarle más jugo a la vida; avivatos lucrados con la ingenuidad de los demás. Filósofos, teólogos, astrónomos, astrólogos reflexionaron sobre el origen y fin de la vida. Y no pocos aprovecharon la ocasión para impulsar el turismo.

Según los mayas, el mundo no se acabó el 21 de diciembre. Pero, para muchas personas, ello sí ocurrió hace rato: para los niños que aún imploran en los semáforos una caridad para mal comer; para los que tienen que trabajar; para quienes son violados o explotados sexualmente; para los utilizados como carne de cañón en una guerra fratricida y absurda.

También se acabó para quienes creyeron que este era un país con democracia sólida, partidos de verdad y división real de poderes: hace mucho tiempo Colombia no tiene partidos políticos, sino asociaciones para administrar los intereses de turno.

El libreto es conocido. Los gobiernos presentan proyectos de ‘reforma’, llámese constitucional, judicial, pensional o tributaria. De inmediato, algunos congresistas se oponen alegando hasta razones patrióticas.

Desayunos y almuerzos campean en la Casa de Nariño. Quien los escuche en el parlamento piensa ingenuamente que van a votar en contra. Pero no. Al final, los discursos de oposición ceden el paso al ‘pupitrazo’, sobre todo en épocas decembrinas. Las propuestas en sí no importan. Lo que vale es poder quedar bien con el gobierno de turno.

Hasta mediados del siglo XX, los debates en las cámaras a veces tumbaban ministros. ¿Cuánta corrupción no se impidió por la oportuna intervención parlamentaria? Los gobiernos temían realmente al ejercicio de la oposición. Ese mundo ya se acabó.

Por esa misma época era vergonzoso que una persona cambiara de partido sin ruborizarse. Había decoro. El ‘romanismo’, acuñado por Laureano Gómez para referirse a los ‘volteados’, era falta de carácter y oportunismo. Ese mundo también se acabó.

Al contrario, hoy se exhibe como muestra de ‘dinamismo’ político la capacidad para girar como un trompo. Como dijo el cardenal Salazar, “el transfuguismo” está de moda hasta en la religión.

Otrora, la gente hasta se alzaba en armas por ideales políticos, como la guerrilla liberal de los años 50 contra dictaduras civiles y militares. O como Camilo Torres, el “cura guerrillero”, que honesta e ingenuamente entregó su vida por una causa social y política. Ese mundo también se acabó.

Hoy, la guerrilla se dedica al secuestro, al narcotráfico y a destruir al pueblo que dice defender. Pero ojalá entienda que no tiene opción alguna de tomarse el poder por la vía de las armas, y que el único margen de supervivencia política que le queda es la negociación dentro del actual proceso de paz.
En los siglos XIX y XX, los hombres públicos ambicionaban más el poder que el dinero. Alberto Casas recordaba hace poco el caso paradigmático de Alberto Lleras. Darío Echandía introdujo en un debate parlamentario aquello de que él gozaba del “lujo exquisito de ser pobre”. Ese mundo también dejó de existir hace mucho tiempo.

Si se logra sancionar el enriquecimiento ilícito con cárcel para el funcionario público que no pruebe la desproporción entre sus ingresos y sus gastos, tal vez se produzca en Colombia una revolución incruenta.

Y aquí viene bien una pregunta de Navidad, que seguramente se formulan millones de colombianos: ¿cuántos hombres públicos pueden atribuir sus fortunas al simple nacimiento del Niño Dios...? (Con información del diario El Tiempo).

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