Sus fallos siempre se ajustan a derecho
La semana pasada, una nota publicada en El Mercurio de Chile cuestionó las iniciativas bilaterales que han tomado diferentes sectores de la política y la sociedad civil, con la finalidad de generar una atmósfera serena frente al venidero fallo de la CIJ y propiciar su acatamiento. Al contrario, para el matutino santiaguino un fallo ajustado a derecho solo puede favorecer la posición de su país, mientras que una sentencia distinta a sus intereses supondría una aberración jurídica.
La nota de El Mercurio fue replicada, en Chile, por el internacionalista José Rodríguez Elizondo quien deslizó una tesis fundamental: “la ganancia real –del proceso de La Haya– está en el cambio, desde la desconfianza previa y coetánea a la presentación de la demanda, hasta el día de hoy, cuando ambos gobiernos firman el valor de su contigüidad geográfica y se integran a la Alianza del Pacífico”.
Debe comprenderse que aquí se están enfrentando dos cosmovisiones del mundo que colisionan, porque representan una lo viejo y la otra lo nuevo. La primera es el nacionalismo del siglo XIX, tan dado a fronteras inexpugnables, a gestas heroicas y a guerras fratricidas. La segunda tiene que ver con el fin del siglo XX y la crisis de los nacionalismos. Tiene que ver con la globalización económica, que es un escenario que Perú y Chile han sabido aprovechar. Y tiene que ver con el buen ambiente binacional, tal vez el mejor en nuestras largas relaciones, el cual se ha logrado gracias al encomiable esfuerzo de las partes.
Por todo ello, el impacto en la sociedad peruana de un improbable desacato chileno al fallo de La Haya sería devastador; supondría el triunfo del pasado, el regreso de sus fantasmas y, una vez más, el advenimiento de la desconfianza mutua. Esta opción implicaría sabotear el presente e ir en contra del futuro integracionista que le debemos a las nuevas generaciones.
Defensa y seguridad, migraciones, historia en común, integración comercial y energéticas, colaboración entre pueblos fronterizos son algunos de los aspectos de la relación bilateral que se potenciarán n veces, si los gobiernos de Perú y Chile comprenden que acatar la sentencia es la clave de muchas cosas objetivas y subjetivas. Es la diferencia entre el nacionalismo y la globalización, entre el pasado y el futuro, entre el recelo y la integración. Aquí no hay fallo malo, aquí solamente hay fallo; de acatarlo devendrá la integración de dos pueblos con la masa crítica, vocación e historia suficientes para caminar juntos hacia el siglo XXI.
Publicado hoy en Diario16