La reciente clasificación de Chile al Mundial de Fútbol de Brasil 2014 es un logro deportivo de gran significación para el país. Relevancia que no se debe sólo a la posibilidad de estar presentes en el torneo más importante de esta actividad, sino que también a los efectos positivos que genera la selección nacional, especialmente cuando logra triunfos como éste.
El espíritu de unidad, el apoyo masivo y la algarabía que expresó la ciudadanía tras la obtención del cupo al certamen internacional dan cuenta del impacto transversal que provoca el fútbol en nuestra sociedad, que se manifiesta en el hecho de que, a pesar de jugar en un estadio con aforo menor al de muchos de los otros países que compitieron, la selección chilena fue la que más público llevó en promedio durante el proceso clasificatorio iniciado en 2011. Indiscutibles son, además, los réditos económicos que se obtendrán con esta clasificación al Mundial. En el período que abarca desde el 2011 hasta la fecha, el equipo chileno ha generado más de US$ 175 millones por concepto de auspicios, recaudaciones, contratos de TV, entre otros.
La consecución del logro constituye un acierto del cuerpo técnico, los jugadores y la directiva de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional, más aún si se considera que tuvieron la capacidad de sobreponerse a momentos difíciles y revertir resultados que en algún momento pusieron en riesgo la clasificación.
Por primera vez, Chile consigue la clasificación en cancha para dos mundiales sucesivos. Esto se debe, sin duda, a una generación privilegiada, integrada por jugadores con un roce internacional inédito en la historia de nuestro fútbol, al tiempo que es un ejemplo evidente de que cuando el trabajo se hace bien y de forma metódica es posible alcanzar metas sustantivas; algo que se debiese replicar con frecuencia en todos los ámbitos.