Grover Pango Vildoso, autor de estas líneas
La siguiente semana hay elecciones en segunda vuelta para 14 “gobiernos regionales”: Apurímac, Arequipa, Madre de Dios, Tacna, Tumbes, Ancash, Cusco, Ica, Junín, Lima provincias, Pasco, Puno, San Martín y Huánuco.
Se abre entonces una nueva oportunidad para promover el desarrollo descentralizado. Ha habido tres gobiernos previos y el balance no es el mejor, tanto que se juzga el proceso como un fracaso. Lo que muchos no quieren ver (o preguntarse) es por qué.
Pueden ser tres las razones: pobreza en el liderazgo, masa crítica subnacional escasa y pobre institucionalidad. O la fatídica suma de todo ello. Pero debe haber algo más.
Sin embargo hay una tendencia a responsabilizar de esto a los partidos políticos, en especial a los impropiamente llamados “tradicionales” que equivalen a los más antiguos. Lo curioso es que no son estos partidos los que han gobernado las “regiones” en los últimos tiempos, sino un remedo de entidades políticas que parecen ser “partidos regionales” que casi nunca trascienden los límites de un departamento. Es que el “localismo” reduce perspectivas, ambiciones y proyectos.
No obstante, ha habido y hay magníficos presidentes regionales; son pocos, pero son. Lamentablemente cuando han sido retados a asumir responsabilidades mayores, las circunstancias los han devorado. Dos de ellos han llegado a ser presidentes del Consejo de Ministros, pero ese paso les ha costado sinsabores e infortunios.
Faltan líderes e instituciones, o instituciones y líderes; la fórmula es bidireccional. Estas ocasiones electorales debieran servir también para pensar cómo superamos estas circunstancias. Lo más fácil será “recentralizar” el país o echar culpas a los demás. Ergo: no olvidar que una sociedad solo alcanza el tamaño de sus integrantes.