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Viernes 18 de septiembre 2015

¿Saber escuchar es bueno para la salud?

Por: Wendy Margolese
¿Saber escuchar es bueno para la salud?
Foto: Difusion

El motivo por el que tenemos dos oídos y una boca, se dice, es porque tenemos que pasar el doble de tiempo escuchando que hablando.

Pero con la aparición de tecnologías, hay cada vez más convenientes que llaman o desvían nuestra atención. A menudo se hace más difícil dedicarle tiempo a escuchar, a crear y mantener relaciones importantes, ya sean entre un médico y su paciente, entre el empleador y los empleados, entre padres e hijos, o entre marido y mujer.

No obstante, los vínculos, las relaciones y el amor son importantes. Esta es la dinámica que surge del hecho de escuchar al otro y de que el otro nos escuche. La comunidad médica presta atención cada vez más al papel que desempeña el hábito de escuchar en la manera en que atendemos al paciente.

¿Qué hay en la acción de escuchar de verdad la historia de otra persona – de dolor, tristeza, alegría, miedo – que hace que podamos ayudar mejor a esa persona a estar bien de salud?

En cierta forma, pareciera obvio. Si una persona siente que no se la escucha, ¿cómo puede sentir que se la valora y que es tan importante que merece el tiempo y la atención del profesional de la salud?

Algunos sostienen que el sistema médico actual, en la economía de las restricciones de tiempo, ha dejado atrás el arte de escuchar al paciente - los datos blandos - en el afán de obtener los datos duros que ofrece la tecnología.

El Dr. Ted Kaptchuk, Director de la Facultad de Medicina de Harvard, advierte: "La pastilla ahora se conoce como tratamiento, y la relación – la acción de escuchar con respeto y cuidado – se convirtió en todo lo demás. Los médicos y enfermeros sabios han descubierto que ‘todo lo demás’ – respeto, atención, comodidad, empatía, tacto – suele representar la mayor parte de la atención médica."

Cuando necesitamos una respuesta a nuestras necesidades médicas, todos queremos sentir que alguien nos escuchará y que podemos confiar en que alguien satisfará nuestras necesidades. Eso podría explicar el incremento de las visitas a centros de atención alternativa — acupuntura o quiropráctica, por ejemplo — en los que las encuestas a los pacientes indican que el prestador está dispuesto a escuchar al paciente e incluso demuestra interés por hacer.

Si en nuestra búsqueda de salud y bienestar no hemos encontrado esa conexión, hay otro lugar al que podemos recurrir que no depende de los caprichos de la personalidad humana, los atestados calendarios de citas con los médicos o los aspectos económicos de la industria de la salud.

Para encontrarlo, es necesario que afinemos nuestra propia capacidad de escuchar.

En los salmos se lee: ‘Estad quietos, y conoced que yo soy Dios.’ ¡Esas son sabias palabras sobre cómo aprender a escuchar mejor!

También puede tener un efecto sanador sobre el cuerpo, como se advierte en un relato publicado de un señor que descubrió que estaba perdiendo la audición. Bob recurrió a la Biblia y buscó referencias al acto de escuchar. Mientras buscaba más conocimiento espiritual, se dio cuenta de que necesitaba prestar atención a lo que escuchaba de Dios.

También le quedó claro que estaba hablando mucho pero escuchando poco, en especial en su relación con colegas de trabajo. Bob se esforzó por dejar de lado las ganas de expresar su punto de vista y, con humildad, dejó que las opiniones personales se disolvieran, al escuchar ideas de la fuente divina de inteligencia. En el trabajo, comenzó a escuchar las ideas de otras personas sin juzgar. Con el tiempo, fue recuperando la audición, que volvió a la normalidad. Sintió que ese fue el resultado de su confianza cotidiana en la inteligencia divina y su compromiso constante de escuchar mejor.

El profeta Isaías explicó a la perfección el arte de escuchar la palabra Divina con esta promesa: "Tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: este es el camino; síguelo" (Isaías 30:21).

Como es natural, todos queremos saber que alguien nos escucha, que podemos confiar en que alguien nos prestará la oreja y responderá a nuestras preocupaciones y necesidades médicas. La Mente Infinita, Dios, conoce cuáles son nuestras necesidades, por lo que no es necesario que hablemos demasiado; la conexión está en escuchar.

Wendy Margolese escribe sobre la relación entre el pensamiento, la espiritualidad y la salud. Es Comitê de Publicación de la Ciencia Cristiana en Ontario, Canadá. 

Twitter: @wmargolese

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