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Lunes 02 de enero 2017

El Turismo Vivencial: ¿Vale un Perú?

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)
El Turismo Vivencial: ¿Vale un Perú?
Foto: WPR


El turismo vivencial consiste en realizar atractivas e interesantes acciones en contacto con los pobladores locales. De esta manera, el viajero aprende sus costumbres, disfruta sus comidas, duermen en sus viviendas, experimenta sus rutinas e interviene en sus prácticas productivas. Esta alternativa fomenta un encuentro entre personas de disímiles culturas.

Esta opción, surgida hace poco más de una década, se ha convertido en un fascinante medio para apreciar el extenso, complejo y poco conocido universo aldeano. Más allá de sus indudables ganancias económicas, hace viable percatarnos de nuestro cuantioso bagaje gastronómico, ecológico, étnico e histórico y, especialmente, atrae a gentes deseosas de percibir la diversidad ancestral del aborigen rural.

Según refiere Fray Masías Cruz Reyes en su documentado estudio “Identidad territorial y el turismo vivencial”: “…El fenómeno del turismo rural ha conocido un notable crecimiento durante los últimos años, en especial en los países más desarrollados, asociado a la creciente sensibilidad medioambiental. Su aceptación encuentra motivaciones en el estrés provocado por la vida urbana, el abuso turístico de los litorales y el desarrollo de nuevas zonas. Comprende desde el turismo ligado a la agricultura, hasta un turismo más enfocado hacia la naturaleza. Su público es netamente de tipo familiar o juvenil y acostumbra realizar gastos individuales reducidos. Las formas más difundidas son las caminatas, los campamentos, las excursiones, los paseos en bicicleta, en caballos, etc.”.

Tan novedosa iniciativa produce utilidades adicionales: valora la historia y tradición, abre la puerta para nuevos mercados de productos, fortalece y estimula la organización empresarial y diversifica el ecoturismo. Es una disyuntiva que logrará descongestionar la demanda concentrada en ciertos escenarios de formidable significado cultural y, además, es una herramienta de progreso para la jurisdicción.

Cumple una magnífica función pedagógica en el quehacer ambiental: posibilita vislumbrar las pericias de nuestros antepasados, representadas en los sistemas de irrigación, la domesticación de especies silvestres, el fomento de la crianza de aves, el calendario agrícola que establecía la producción mensual de alimentos, la utilización de la andenería para elaborar suministros y cómo combatieron la erosión de las cuencas. Gracias a la travesía vivencial estas enseñanzas se ponen al alcance del forastero. Es un medio enfocado a mirar un mundo omitido de los grandes anhelos y proyectos nacionales.

Al mismo tiempo, mejora el nivel y condición de vida de los oriundos. Tengamos en cuenta que la pobreza es causa y efecto del deterioro del entorno y, por lo tanto, aliviar los índices de indigencia facilitará detener la depredación frecuente en estas áreas. En tal sentido, reitero lo aseverado en mi artículo “Pobreza y deterioro ambiental”: “…De modo que, el crecimiento económico es esencial para disminuir la pobreza. Los efectos negativos causados por este crecimiento, afortunadamente, pueden reducirse si se destinan los recursos para lograr una mejor ordenación del medio. Para los pobres la gestión ambiental no debe ser una lejana opción en sus vidas, sino un elemento inmerso en la agenda social del desarrollo. En consecuencia, es importante elaborar propuestas que incluyan el componente ‘verde’ y sus impactos sociales, económicos, políticos y culturales en la población de menos ingresos”.

Por su parte, la Estrategia Nacional de Turismo Rural Comunitario del ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur) ha facilitado la intervención en 76 emprendimientos, en 16 regiones del país (San Martín, Amazonas, Cajamarca, Loreto, Lambayeque, La Libertad, Ancash, Ucayali, Pasco, Lima, Ayacucho, Apurímac, Puno, Madre de Dios, Cusco, y Arequipa) e incrementado en un 12 por ciento la empleabilidad, ha reportado una retribución complementaria mensual de 53 nuevos soles por familia. Un dato que no debe pasar inadvertido es el referido a los cerca de 100 mil concurrentes extranjeros que hacen periplos en parajes comunales. A la fecha existe un 18 por ciento de intensificación anual en flujo de visitantes y 13 por ciento de aumento económico. Por último, se han obtenido siete millones de nuevos soles a la economía rural.

En muchos casos las asociaciones campesinas son entrenadas por entidades como Promperú a fin de obtener la destreza para administrar este negocio. Con los dividendos conseguidos pueden mantener los delicados ecosistemas aledaños y emprender un quehacer empresarial enfocado a afianzar la estructura comunal. A continuación comparto tres experiencias que merecen resaltarse por sus enormes derivaciones favorables.

La comunidad de Vicos (Carhuaz, Ancash) fue una de las precursoras en introducir esta modalidad de itinerario, con la asesoría del Instituto de Alta Montaña de Huaraz. Es una propuesta llevada acabo en un acogedor pueblo que presenta a sus huéspedes la danza de la cosecha del trigo, la chicha de jora, el picante de cuy y la yunca, potaje preparado con trigo pelado, gallina y salsa de ají. Cuenta con las lagunas de Legiacocha y Minoyor, los nevados de Copa Chica y Copa Grande, la quebrada Honda y singulares monumentos arqueológicos.

De otro lado, el distrito de Sibayo (Caylloma, Arequipa) ofrece un periplo rústico y hogareño, consistente en recorrer la plaza, los alrededores, el río y alternar con los ritos de sus moradores. El invitado recibe alojamiento, alimentación y participa en tareas diarias como recojo de leña, tejido de prendas y ceremonias místicas. A partir del 2005, el municipio se abocó a su promoción. Tres años después llegó el primer grupo de excursionistas que pernoctaron en las “casas vivenciales” de piedra. Desde entonces las visitas han crecido de manera significativa; el 2008 se albergaron 576 peregrinos, al año siguiente se llegó a 783 y el 2011 se tuvieron alrededor de 7.000. Sibayo es uno de los destinos más ambiciosos del valle del Colca; acoge mil turistas al año, lo que genera una retribución aproximada de 30.000 mil dólares.

Según precisa el informe “Turismo Rural Comunitario en Sibayo” del ministerio de Agricultura: “…El pueblo de Sibayo ha recuperado un dinamismo socioeconómico y de habitabilidad, que permite el desarrollo de la actividad turística y otros negocios vinculados, como producción agrícola, ganadera y piscicultura. El turismo revirtió el proceso de abandono del pueblo y muchas de las familias que se habían ido a sus estancias, hoy viven en el pueblo, aunque manteniendo la actividad en las estancias. Esta situación ha posibilitado el acceso a servicios de salud, educación de los hijos, información, participación ciudadana, mejorando significativamente su calidad de vida”.

Una experiencia inigualable brindan las islas Uros y la isla Taquile, uno de los atractivos más trascendentales de Puno y del lago Titicaca. La presidenta de la Asociación de Turismo Vivencial de los Uros Isla, Cristina Soaña afirmó: “…Turismo vivencial no es dar sólo hospedaje, es que el turista sea como tu hijo, y que lo sienta de corazón”. El programa consiste en explicar la construcción de los islotes, sus tradiciones, la subsistencia de sus residentes, su educación, el truque de sus productos, la elaboración de sus artesanías a base de totora y un recorrido por la Reserva Nacional del Titicaca.

El flujo turístico trajo cuantioso provecho a los pobladores. Inspirados en los éxitos de sus vecinos de la isla Taquile, los aborígenes de la isla Amantani comenzaron a ofertar un paquete adaptado a los gustos de los paseantes, favoreciendo la renta local: los ingresos hacen asequible un estatus de manutención más alto que los réditos de los pescadores y agricultores. En tal virtud, el saldo positivo prevaleciente complementa la prosperidad de los lugareños.

El turismo vivencial es una relevante oportunidad para enseñar, sensibilizar, admirar y difundir nuestra exuberante riqueza ancestral e incorporar al alejado y agreste ande peruano en originales posibilidades de bienestar. Aparte conlleva a engrandecer la autoestima general, cohesionar la unidad cultural y el sentido de pertenencia. Vienen a mi mente la lúcida anotación del ilustre historiador e investigador Luis E. Valcárcel Vizcarra (1891-1987) expuesta en su monumental obra “Del indigenismo cusqueño a la antropología peruana”: “Pronunciemos el nombre del Perú con el orgullo que se debe, pero también con la dignidad que exige. Que el mundo no dude que es cierto que lo que más vale, ‘vale un Perú’…”

(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/

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