Lo que cuesta la gloria

Grover Pango, autor de estas líneas

Supongo que nunca antes una ausencia como la de Paolo Guerrero tuvo tanta repercusión en un partido clasificatorio para un mundial de fútbol. Si buena parte de las ilusiones triunfadoras estaban literalmente a los pies de ese jugador, ahora se trasladan inexorablemente a lo que sean capaces de hacer los demás sin él.

Es esa circunstancia fortuita la que –a mi juicio- nos da la oportunidad de vivir una realidad mucho más aleccionadora y ejemplar. Con todo lo agobiante que resulta no contar con una figura de jerarquía (en el terreno que fuese), la oportunidad de salir adelante por encima de este percance debe convertirse en un mayor estímulo colectivo. Triunfar sin el mejor no equivaldría a decir que él es prescindible y que ya podríamos hasta excluirlo. Ésa sería una interpretación mezquina y desagradecida. Lo que en verdad significa es que podemos ser suficientemente buenos, pero con él seríamos aún mejores.

De este reto imprevisto se pueden obtener lecciones más trascendentes porque, así como ya sabemos que las individualidades son valiosas y aún decisivas, podremos comprobar que las colectividades son las que nos garantizan continuidad y solvencia. Guerrero no estará en el campo de juego pero la responsabilidad y el coraje del equipo pasarán una de sus pruebas más altas. Hermosa oportunidad para mostrar que la gloria suele ser más valiosa en la adversidad.