Numerosos judíos ultra-ortodoxos salieron a las calles de Jerusalén para protestar contra la detención del rabino Yakov Yosef, que fue declarado como sospechoso de incitar actos de racismo y violencia.
Los manifestantes calificaron la detención como injusta y protestaron lanzando piedras a los coches, lo que ocasionó un enfrentamiento con la policía que tuvo que dispersarlos usando cañones de agua.
Finalmente, Yakov Yosef fue puesto en libertad.