"Escuelitas y escuelitas". Así se llama el último artículo de la bloquera cubana Yoani Sánchez, en el cual marca diferencias en materia de educación por las clases políticas y sociales en la Habana. Cita, por ejemplo, a un amigo italiano que radica casi una década en la isla que, a diferencia de lo que haría un ciudadano común o un extranjero, opta por matricular a su hijo en una escuela francesa.
Como la mayoría de cubanos, Sánchez retrocede en el tiempo y se disfraza del "menor". Siente que su etapa escolar ha sido un completo fiasco, malicioso e indolente, ya que incluso colaboró en varias ocasiones junto a otros samaritanos para mejorar "los pasillos y los baños del colegio".
A propósito de las carencias en las escuelas públicas, recordó además lo "magnífico" que significó las tele-clases -grabar las enseñanzas en un televisor- por el simple hecho que los maestros no tenían ni para el pasaje. Odiosa comparación dirán.
Por lo expuesto, evidentemente, cualquier persona razonable elige sin pensarlo dos veces una "escuelita italiana", donde el primogénito de su amigo comparte con hijos de personajes de altas esferas; como que 5800 dólares anuales no son una mala inversión.