El neonazi Stephan Ernst pasará el resto de sus días en prisión
Fue hace un año y medio. En la noche del 1 al 2 de junio de 2019, Walter Lübcke, prefecto de Kassel, cerca de Frankfurt, fue encontrado muerto de un disparo en la cabeza en la terraza de su casa.
Dos semanas después de acacecido el asesinato de Walter Lübcke, Stephan Ernst, de 47 años, exmiembro del partido neonazi NPD (Partido Nacionaldemócrata de Alemania), fue detenido por haberle disparado a quemarropa al alto funcionario del estado federado de Hesse.
Stephan Ernst, admitiría la autoría del crimen. No solo eso, señaló asimismo a Markus Hartmann, de 44 años, uno de sus compañeros, como cómplice en la ejecución del crimen que conmocionó a Alemania. Por vez primera, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Alemania era escenario del asesinato de un funcionario del Estado por acción de un extremista de derecha.
Ayer jueves 28 de enero, un tribunal de Frankfurt lo encontró culpable en máximo grado y lo condenó a cadena perpetua por el asesinato de Walter Lübcke. La culpabilidad de máximo grado implica que Ernst no podrá contar con una revisión de esa pena o su conmutación por libertad vigilada, como es habitual en Alemania, tras pasar 15 años tras las rejas.
De nada le valió a Stephan Ernst expresar su arrepentimiento por el asesinato de Lübcke. Los alegatos de sus abogados Mustafa Kaplan y Joerg Hardies no pudieron hacer que su patrocinado saliera mejor parado por la muerte del político conservador que sobresalió por su defensa de la canciller Angela Merkel durante la crisis migratoria de 2015.
Hartmann, por su lado, absuelto de complicidad en el asesinato, se hizo merecedor a una pena menor de un año y seis meses de libertad vigilada por un cargo de violación de las leyes de armas, al haber proporcionado la pistola con la Ernst dio cuenta de la vida de Walter Lübcke. La viuda y dos hijos de este último, participantes en el proceso en calidad de acusación particular, hicieron saber que esperaban una pena de mayor envergadura para Markus Hartmann.
Respaldar el derecho al asilo y la ayuda humanitaria a los refugiados en Alemania le costó la vida al político conservador Walter Lübcke.