¡Larga vida a Charlie Hebdo!

Hoy Francia llora a sus muertos. Doce de sus hijos cayeron salvajemente ayer abatidos. Tres encapuchados, armados hasta los dientes, vivando a la muerte en nombre de una forma distorsionada de entender una de las maneras de aproximarse a la última realidad espiritual, a Dios, ingresaron a la sede del semanario satírico Charlie Hebdo, y dando muestras de inenarrable inhumanidad, vaciando en un abrir y cerrar de ojos las cacerinas de sus armas de turno, pusieron fin a los días de ocho periodistas, además de otras cuatro personas, entre ellos dos policías. Tiñendo así de sangre a estos días iniciales del 2015.

Francia llora a sus muertos. El mundo conmocionado se conduele. ¡Nosotros también! La muerte de estos doce hijos del hexágono galo, que hoy en silencio se estremece, nos desgarra el corazón. La partida definitiva de estos ocho colaboradores de élite de esta trinchera en la lucha permanente por la libertad que es Charlie Hebdo nos enluta. Wolinski, Charb, Cabu, Tignous han emprendido, de súbito, vuelo, justo en el momento cuando Francia más los necesitaba. El refinado y generosamente profesoral economista Bernard Maris también. Junto a ellos, lo reiteramos emocionados, siete más, al igual que los otros, cobarde y alevosamente asesinados.

Los sesenta y seis millones de franceses y, que no se dude un instante, todos los que no podemos imaginar una forma de vida que sea diferente a la experiencia de vivir en libertad, expresamos nuestro dolor en esta hora de congoja, de desolación, en Francia. Hoy todos somos Charlie, Charlie Hebdo, y siéndolo somos, lo sostenemos con firmeza y orgullo, también en una y muchas formas, no quepa duda las más nobles, franceses. Francia no está sola, tiene al mundo, como un puño junto a ella. En esta hora de prueba para el pueblo francés, todos los que anteponemos la libertad como valor consubstancial a la vida en civilización le decimos a Francia que estamos a su lado en esta cruzada por la defensa de la vida y la libertad de expresión.  

Quienes ayer ingresaron a la sede de Charlie Hebdo, como solo irrumpen en un lugar quienes se sienten derrotados en las lides que se entablan en democracia, sabedores que carecen de argumentos, tienen que saber también que para acabar, si eso es lo que buscaban, con Charlie Hebdo tendrán que terminar con todos nosotros. Pues como un puño, desde el lugar en el que nos encontremos, serviremos de palestra para que la visión que propulsó el nacimiento de este singular y paradigmático semanario francés continúe proyectándose al mundo. Y su mensaje, su siempre crítico y muchas veces irreverente y provocador mensaje, llegué a donde nunca debe dejar de llegar: a la conciencia del ser humano.

Todos los que lloran, entre los que nos contamos, a estos mártires de la libertad de expresión, el pilar de la pluralidad y la vida en libertad, tienen que saber, lo saben ya, que la muerte de estos doce franceses, de nuestros pares de Charlie Hebdo, no ha sido y será en vano. Por cada lágrima que se derrame presa de la inevitable emoción que desborda ante lo inefable, miles de voces, haciendo eco unas de otras, se harán sentir, y el nombre de Charlie Hebdo resonará fijándose en la memoria individual y colectiva como un digno ejemplo de acción contra esta proterva forma del mal que es la irracional intolerancia y el fanatismo religioso. ¡Larga vida a Charlie Hebdo!

(*) Director