Eduardo González Viaña dice "estuve a punto de morir un día de junio de 1985. Agradezco a Dios que eso no ocurrió porque, entre otros premios de la vida, tengo la ocasión de olvidar y perdonar lo que me pudo ocurrir, desear que no se desbarate el Estado de derecho y ansiar que nuestros gobernantes no pasen a la historia como continuadores de una guerra sin término sino como hacedores generosos de la paz y la reconciliación".